jueves, 5 de agosto de 2010

Toda semejanza con la realidad, es coincidencia.

Encuentro

Desde el corazón de la ciudad emana un sueño dorado de esperanzas. Es que el latido de la musa que inspira al ser optimista y alegre, duerme ahí, entre el cemento azul y las estrellas pálidas. En un abrir y cerrar de ojos, el silencio se apodera de todo, a pesar del bullicio de la noche en danza. Y la oscura y espesa cabellera de calles entrelazan los nombres de todos los que por ahí pasaron. Cuentan historias, rezan oraciones de sencillas palabras. Se sonrojan los faroles al escuchar los relatos, algunos sin final. Otros días en que la lluvia aparece como un manto gris y húmedo, todo cambia de repente. Las voces de antaño se callan, los fantasmas corren a esconderse de las gotas mojadas. Y en sus refugios tibios, traman todo tipo de bromas. Es como otra dimensión, extraña, pero a la vez mundana. Donde se funden almas y se separan sueños de realidades.

Y en ese andar sin sentido por ese laberinto urbano, me encontré frente a una pequeña y sencilla niña de ojos oscuros como carbones. Me miró como si nunca hubiera visto a un ser humano. Con un dejo de extrañeza y simpatía, con el alma en los ojos y la simpleza que te da la niñez.

Mi corazón se encogió al ver cuánto se parecía a mí. Me pareció estar mirándome en un espejo retrospectivo.

En lugar de hablar, solo pude sostener su mano en la mía. La sentí completamente helada. Sin embargo me sonreía desde su pequeña altura, como agradeciéndome. Por más que trataba de entender, que era lo que estaba pasando, no lograba pensar en nada.

De repente un rayo de luz cálido nos envolvió a ambas. Y puedo decir que casi nos fundimos en una sola. Y aunque no movía sus labios, sentía sus palabras retumbar en mi cabeza. “Estoy aquí desde siempre. Nunca te he dejado. Has vivido todo este tiempo sin dejar que crezca dentro tuyo. Ahora necesito que me dejes seguir. Debes soltar de tu alma a la niña abandonada. Debes olvidar los momentos en que de pequeña te sentiste triste y solitaria. Solo debes conservar en tu corazón la inocencia del mío. Y debes de guardar como un tesoro la frescura de mis pensamientos puros. Mi curiosidad, consérvala por siempre. Solo eso. Este es el momento donde debemos por fin separarnos. Debo quedar en un arcón junto a los recuerdos gratos y felices. No busques uno en el que quepan la tristeza o el resentimiento vano. No sirve de nada. Solo conserva la alegría. El resto vendrá por añadidura. “

Mi corazón dio un vuelco. Era mi pasado el que me hablaba en la niña. Me emocioné, la abrace y le di un fuerte beso en la mejilla. Solo pude decir gracias.

En un instante la magia del momento había desaparecido. En un parpadear, me encontré bajo un farol titilante en medio de una calle desconocida. Y me sentía increíblemente bien. El corazón me latía fuerte, tanto que creo se escuchaba desde lejos. No me pregunté nada. Solo miré al cielo claro y azul de esa noche serena. Al instante supe que desde ahí, alguien me había dado otra oportunidad de renacer y volver a vivir.

2 comentarios:

  1. Muy bien, María!! Te estoy conociendo de verdad y sorprendiéndome por lo bien que escribís.
    Soy tu seguidor.

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  2. No busques uno en el que quepan la tristeza o el resentimiento vano. No sirve de nada. Solo conserva la alegría. El resto vendrá por añadidura. “ Me quedo con esto María...Felicito tu prosa.

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