domingo, 28 de junio de 2015

Del servicio domestico y otras yerbas: cuarta parte, Despedida

De cierta forma y a pesar de todo, uno se encariña con la gente. Y de un día para otro, deciden sin prisa ni pausa, irse. Y esta bien. Hay etapas que se cierran. En este caso, luego de cinco años en casa y mucha, pero mucha tierra acumulada por donde el ojo alcanza, y mas allá también, China decidió volver a su tierra, no sin antes convertirse en ciudadana argentina. Y todavía sigo preguntándome porque. Digo, si se volvía a Dominicana, para que hacerse ciudadana argentina? En fin, aun no tengo dotes de adivina y por las canas que peino (si, me las tiño, es cierto), dudo que alguna vez tenga esa virtud mágica...Por lo tanto, vino chévere, y se fue “che-porteña”.

Y con ella se fueron también, su música de ronquidos nocturnos, su vestimenta brillante y poblada de los colores opuestos... (rojo y verde juntos, sus preferidos!), sus rulos al viento en la mañana, el pijama de ositos de pantalón pescador y sus ojotas de hello kitty.

Pero no quería que la olvidásemos rápidamente, no. Para ello en cambio, nos dejó de recuerdo el legado de cientos, que digo cientos: miles! de llamados de todos los acreedores, a los cuales no les pagó un céntimo de todo lo que evidentemente se compró, como despedida de Buenos Aires.
O sea que al menos cuatro veces al día o mas, en especial sábados y domingos y ya a partir de las 8 de la mañana, el teléfono suena hasta el cansancio y al atender se escucha: estamos llamando de tal para recordarle que aun no ha abonado la deuda que tiene. Le estamos llamando del estudio cual para pedirle que nos llame, porque debido a su deuda, tomaremos medidas legales, etc.  Se imaginan la dicha con que estamos celebrando su ausencia! No vale la pena estirar mas el cuento, porque de chino no tiene nada.

Como suele pasar, a veces, los planetas se alinean, uno habla con uno y otro y zas! aparece alguien, que quiere venir corriendo a trabajar y encima vive a seis cuadras...!!! aleluya dije, A-L-E-L-U-Y-A! Y si, se llama Ale, Alejandra.
Y con ella, se terminaron los ronquidos. Aunque la verdad, es que no se si ronca o no, lo que si se, es que decidí que era hora de que viniera alguien con retiro.  
Y de los rincones de Pacheco, vino, muy al contrario de China, la obsesiva del orden, la muy tranquila y por cierto lenta, pero por sobre todo, muy, pero muy despistada Alejandra.

No estoy en desacuerdo con el orden, todo lo contrario. Pero si ella decide que un calzoncillo está para tirar, lo tira. Si considera que el lavarropas debe tener sarro, lo desarma, y luego no puede volver a armarlo, obviamente. Si le parece que la aspiradora no aspira lo suficiente, la desarma, y lava el filtro... pero luego no puede encastrar las partes... A ver: a China lo que menos le gustaba era limpiar. Ale en cambio, tiene una compulsión por ordenar, limpiar, pero sobre todo: tirar, tirar.


De a poco y luego de varias charlas y un millón de whatsapp, le encanta usarlo hasta el cansancio! Y me manda mensajitos todo el día!, la cosa se ha ido mejorando. Como tiene un celular bastante bueno, le saca foto a las repisas y adornos para ver como iban puestos. 
Idea de mi marido, el segundo obsesivo de la casa, que es quien en realidad, se da cuenta que la aspiradora esta mal armada, porque es él, quien todas las semanas se encarga de limpiar.  

Para redondear, estoy contenta. Pero, hoy en lugar de dos hijos, tengo tres, ya que a pesar de sus 48 años, Ale es como un niño,  un niño grande y con excesiva iniciativa propia!

sábado, 30 de mayo de 2015

Mensaje de Otoño



El otoño llegó por fin. Es una de las estaciones que mas amo. Los sonidos que lo acompañan, como el viento y el crujir de hojas ocres bajo mis pies. Tardes frescas de sol, que parece hubiese barrido con toda la humedad y el sentimiento agobiante del verano ido. Tiempo de renovación. Lo que se da en caer, y lo hace en espera de volver a nacer mas adelante. Siempre que llega esta época, disfruto de los cambios que veo desde mi ventana: el cerezo que se pone rojo y amarillo, antes de que sus hojas caigan, preparándose para la floración de invierno. 

Tiempo de cambio, desde lo profundo. Tiempo de modificar aquello que molesta y acongoja. Tiempo de aprender a estar en paz en cada pequeña porción de fibras interiores y exteriores. Y tal vez sea necesario dejarse llevar, al igual que el viento lleva las hojas, para que vuelen los sentidos hacia lugares gratos. 

Con cada estación, viene el balance. Esa sucesión de pensamientos que hacen evaluemos los pasos dados. Y pongamos la esperanza en los pasos que vamos a dar. Porque siempre hay un horizonte por delante, no importa lo que el otoño deba llevarse. Y con cada cambio, la mochila de la vida debe aligerarse y perder peso. Para que cuando seamos ya mayores, podamos caminar como cuando éramos jóvenes. 

Y cuando damos esta ultima mirada de soslayo, debemos sacarnos todo tipo de lente mágico y colorido, mirar sin el filtro de la subjetividad. De los rencores o de las tristezas. Debe ser una mirada cristalina, objetiva y sin prejuicio, casi como la de un niño pequeño. Porque mal nos hemos acostumbrado a ponerle etiquetas y sellos a personas, cosas y actitudes. Sin dar la posibilidad de una oportunidad de ponerse en los zapatos del otro para ver qué es lo que lo lleva a ser como es, o a hacer como hace.
Es difícil, si; lo es. Pero es de esa manera, cuando uno cambia de lugares, es cuando empieza a comprender su propia pequeñez; y es muy probable, que descubra que está rodeado de seres grandiosos. 

Nos sorprenderíamos realmente, si aprendiéramos y supiéramos mirar de verdad a nuestro alrededor. Dejar por un buen rato de vernos el ombligo y con el corazón en la mano, y con mucha firmeza, entregar nuestro ego para siempre. 

30 Mayo 2015