sábado, 30 de mayo de 2015

Mensaje de Otoño



El otoño llegó por fin. Es una de las estaciones que mas amo. Los sonidos que lo acompañan, como el viento y el crujir de hojas ocres bajo mis pies. Tardes frescas de sol, que parece hubiese barrido con toda la humedad y el sentimiento agobiante del verano ido. Tiempo de renovación. Lo que se da en caer, y lo hace en espera de volver a nacer mas adelante. Siempre que llega esta época, disfruto de los cambios que veo desde mi ventana: el cerezo que se pone rojo y amarillo, antes de que sus hojas caigan, preparándose para la floración de invierno. 

Tiempo de cambio, desde lo profundo. Tiempo de modificar aquello que molesta y acongoja. Tiempo de aprender a estar en paz en cada pequeña porción de fibras interiores y exteriores. Y tal vez sea necesario dejarse llevar, al igual que el viento lleva las hojas, para que vuelen los sentidos hacia lugares gratos. 

Con cada estación, viene el balance. Esa sucesión de pensamientos que hacen evaluemos los pasos dados. Y pongamos la esperanza en los pasos que vamos a dar. Porque siempre hay un horizonte por delante, no importa lo que el otoño deba llevarse. Y con cada cambio, la mochila de la vida debe aligerarse y perder peso. Para que cuando seamos ya mayores, podamos caminar como cuando éramos jóvenes. 

Y cuando damos esta ultima mirada de soslayo, debemos sacarnos todo tipo de lente mágico y colorido, mirar sin el filtro de la subjetividad. De los rencores o de las tristezas. Debe ser una mirada cristalina, objetiva y sin prejuicio, casi como la de un niño pequeño. Porque mal nos hemos acostumbrado a ponerle etiquetas y sellos a personas, cosas y actitudes. Sin dar la posibilidad de una oportunidad de ponerse en los zapatos del otro para ver qué es lo que lo lleva a ser como es, o a hacer como hace.
Es difícil, si; lo es. Pero es de esa manera, cuando uno cambia de lugares, es cuando empieza a comprender su propia pequeñez; y es muy probable, que descubra que está rodeado de seres grandiosos. 

Nos sorprenderíamos realmente, si aprendiéramos y supiéramos mirar de verdad a nuestro alrededor. Dejar por un buen rato de vernos el ombligo y con el corazón en la mano, y con mucha firmeza, entregar nuestro ego para siempre. 

30 Mayo 2015