martes, 24 de agosto de 2010

Una de amor.

No me olvides

Busca dentro de tu alma.
Busca bien.  En algún perdido rincón,  allí estaré, siempre.

Descúbrete pensando en esa poesía que te escribí un día.
Grábala en tu corazón.

Date la vuelta de tanto en tanto para mirarme  y aunque ya no esté contigo, recordame.

Pasa por esa esquina tan querida y frena.
Si ves un fantasma, invítalo a subir.

Mira algún cielo gris que esté por desplomarse. 
Y si sentís que de pronto el viento, te sopla en el oído, no es el viento.

Es el susurro de mi corazón, que te dice que no me olvides. 

miércoles, 18 de agosto de 2010

Navidades, eran las de antes...


La navidad es una fecha muy importante. Es donde en general se reúne, toda la familia. Con el importante objetivo de darle curso a una de las fiestas más esperadas del año. En Navidad, recordamos
- gastronómicamente hablando- que Jesús vino a nosotros para traernos, hace más de dos mil años, la paz al espíritu y el regocijo del estómago; aunque habitualmente la gente suele hacer mucho más hincapié en esto último… Y descubrimos con placer, las habilidades culinarias de la parentela presente: pavos, carnes, salsas, ensaladas varias, todas provistas de las calorías necesarias, para pasar sin prisa ni prosa, el “fresco” verano bonaerense…Y para rematar el cuadro, el infaltable y etílico champagne.
De esto y mucho mas, se compone este adorado ágape gastro-espiritual, que nos sorprende a todos cuando dan, las doce de la noche, con una mano en el corazón y la otra en el pio nono.  

Pero antes de que llegue ese día, tan esperado por grandes y chicos, no nos queda otra alternativa, que pasar por uno que otro vericueto epistolar, para averiguar -sin levantar la perdiz- qué regalos quieren los mas pequeños, los que aun creen (o fingen creer) en Papá Noel. Entonces nos encontramos en menos que canta un gallo, con las cartas a Santa: listas interminables de juguetes carísimos, que los menores de edad confeccionan con la mayor ilusión y la no poca influencia del millón de avisos pautados por mis amigos publicitarios en Disney Channel.
HO, HO, HO… que estrategia usaremos los pobres padres,  para disuadir al niño en cuestión y convencerlo de que Santa no le va a traer la Wii último modelo, ni la netbook con cámara incorporada, ni la Blackberry  y definitivamente menos la escoba mágica de Harry Potter?

Inducción señores. Los padres deben hacer un curso previo a esas fechas para poder influir, inducir e incorporar en la mentecilla de sus vástagos, por lo menos alguno de los regalos que seguramente, aquella madre o abuela muy organizada, compró unos meses antes aprovechando alguna promo especial del shopping.

Pero cuando finalmente llega el momento y todos corremos a ver si logramos ver los renos y el trineo, el instante se congela en una algarabía general. Y somos todos (grandes, chicos, creyentes y fingidores) parte de una “estampa” viviente, como la más linda de las fotos del momento “Kodak”. Se produce un desbande general, apuramos la ronda de champagne, en tanto que levantamos copas y nos deseamos Feliz Nochebuena! Y por un momento fugaz, recordamos como en una película muda, todas esas navidades de nuestra vida y volvemos a ser una vez más, como pequeños.








viernes, 13 de agosto de 2010

Del servicio doméstico y esas yerbas.

Increíble!  Como se acostumbra uno a cambiar luego de 17 años?  Y si, fui  una afortunada durante 17 larguísimos años. Durante ese adorable tiempo, estuvo a mi lado la leal Corina. Crió a mis dos hijos, me acompaño en mis pesares y en mis alegrías. Fue mi empleada, mi amiga, mi madre postiza! En fin. Pero como toda etapa de vacas gordas domésticas,  un día sorpresivamente,  concluye y llega el final anunciado… y Corina, mi mano derecha, mi “Sancho Panza”,  decidió que era tiempo de ir a cuidar a sus nietos. Ah! Corina, chilena de nacimiento, argentina de corazón, una gran persona. Malcriadora si las hay, de chicos y grandes. Conocedora de toda maña de ocupantes y vericuetos de la casa. Crecimos juntas, maduramos juntas, criamos a nuestros hijos, perdimos a nuestras madres, festejamos cumpleaños de 15 y cumpleaños de todos los colores. Pero como esa vieja canción del mal llamado “rock argentino” que decía, "...todo concluye al fin… nadie puede escapar…"
Y para mi empezó la debacle doméstica. Entrevistas, entrevistas, entrevistas. Un desfile de personajes de todo tipo, color, raza y nacionalidad. Con y sin dientes, rubias y morochas, parlantes y no tanto. Desesperada un día, pensando que esto no tendría solución alguna, de pronto, apareció Patricia. Bautizada por el niño de la casa y para la interna familiar con el sobrenombre de “Patota”, una mezcla de Pato por patricia y grandota, por lo enorme de su tamaño. Y de verdad que fuerza no le faltaba. Eso denlo por seguro. Y era muy comedida. Inauguró su estadía oficial en casa arrancando de cuajo la tapa de hierro de la parrilla y partiendo dos ladrillos… porque como dice el dicho popular, más vale maña que fuerza, dicho que evidentemente no conoció en ningún momento…
Rompedora de cosas si las hay. Una palabra vieja para describirla, tozuda.  Originaria de Bolivia. Muy buenas verduras, wok y un arroz increíble. Sus especialidades.  Olvidémonos por un momento de saborear unas ricas milanesas. No. Definitivamente las milanesas y Patota, no se llevaban. 
Y pasaron los meses. Y nos fuimos acostumbrando finalmente a dejar la nostalgia de Corina a un lado y a qué bueno,  debíamos olvidar que todo tiempo pasado fue mejor, etcétera…
Y entonces un martes cualquiera cuando pensábamos que todo había mejorado, que todos estábamos más cómodos y felices… nos mira con cara de nada y espeta un “tengo que hablar con ustedes”, “me voy”.  No tenía yo a mano espejo, pero supongo que si alguien hubiera descripto mi cara en ese preciso instante, hubiese dicho: mandíbula caída, casi llegando a las rodillas, ojos redondos como dos de oro y el alma al piso!  Ah! Agregó, “me voy en 10 días”.
Esa desazón, ese grito ahogado de Oh no! Que quedó en mi garganta atragantado esa noche. En fin. Les dije que era TOZUDA. Léase cabeza dura. Decisión tomada. No era por plata, no era por nada más que cambiar. No hubo Cristo que la convenciera.
Y empezó para mi (porque aunque estamos en el mundo moderno, todavía el conseguir el personal doméstico es un “issue” del que solamente nos ocupamos  básicamente la mujeres), empezó decía,  otro calvario de  entrevistas. Esta vez, muchas  menos, poca oferta sin embargo, mucha demanda por lo visto y el dólar caro que no ayuda, no aparecía nadie!
Entonces vino directamente de Paraguay (y fue literalmente directo, bajó en retiro y vino), Marina. No hablaba. No sonreía. No nada. Solo bastó esa mañana y parte de la tarde para saber que no era “the one”.
Cuando llegué a casa del trabajo, no había rincón de la casa, donde no hubiese humo. Humo de carne y aceite quemados mal. La tele prendida y Marina muy tranquila, cruzada de brazos y con la mirada puesta en la novela del nueve. Al grito de “se quema!”Me acerqué al ya oscurecido horno, al tiempo que me dice: “no se quemó, ya lo apagué”. El problema es que como aún no han inventado hornos inteligentes, aunque lo hubiera apagado, el calor seguía y el contenido continuaba carbonizándose.
No vale la pena contar lo que siguió. Una suelta de productos para horno, cocina, baño y lo que encontré a mano para arreglar el desastre. Definitivamente no era la indicada. Esa noche la pasó en casa, pero bien temprano, a la mañana siguiente partió. Con gran alivio de mi parte, tanto que me dije a mi misma: más vale sola, que mal acompañada!

No quiero aburrirlos. Hace un par de días, llegó a casa alguien nuevo: Le dicen CHINA.
Nombre: cool. País: Dominicana. Habla: chévere. Personalidad: simpática.
Limpieza, planchado y cocina: DIOS DAME PACIENCIA!

jueves, 12 de agosto de 2010

Te extraño. Un día de nostalgia permitido.

El ocaso del día ha llegado. El sol se hundió en su lecho oscuro y lejano. Y en mi corazón el silencio de tu voz se ha ido, con su mágica música para siempre. No saber donde, no saber cuando, no saber como. Ese gran crepúsculo desierto que quedó en mi alma luego que te fuiste. Impiadoso el momento, desesperado el sin sentido. Ociosas palabras de consuelo que no sirven aún si son pronunciadas desde lo profundo del corazón. Es vacío, espantoso universo de sentimientos tristes. Ni la música eterna de los grandes maestros, puede lograr cicatrizar la herida. Es temor, es pena. Es olvido. Son distintas sensaciones que se mezclan conformando la trama de un duelo que no cesa. Y la necesidad infinita de hablarte. De mostrarte como estoy, de decirte lo que siento. De recordar de repente ese tiempo pasado. Con tus manos hacedoras de sueños. De ángeles dorados o cristos redentores. De pesebres, de ramos, de tanta cosa bella. Como añoro madre conversar contigo, deshilachar historias de familia, de música y de libros viejos. Y de viajar juntas entre pinturas y ferias locas, llenas de hippies y sahumerios raros. Se extraña tu mirada brillante y cantarina, tu color veraniego, tu risa, tu tristeza. Cuando vas a leer de nuevo mis palabras y quien sino va a mirar mis fotos… para quien voy a pintar o diseñar colgantes. Esa emoción de saber que ahí estabas. Admirando mis pequeñas obras… imaginando juntas algún programa loco. Descubriendo lugares por todo buenos aires, sonriendo a los soles y las lunas y al cielo. Así madre, está mi corazón, mi alma, mis sentidos, buscando a cada instante en cada rincón recorrido, un poco de tu alma para que regrese al nido.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Despedida


Madre

El tiempo no pasa. 
Se detuvo un día de primavera.
Un día inesperado y triste. 
El cielo no pudo siquiera llorar.
La noche se hizo presente como un manto oscuro.
Las flores se secaron en sus tallos y no hubo mariposas de colores frescos.
El sencillo hecho de saber que mis ojos no podrán verte, mis manos tocarte o abrazarte, me acongoja.
Aunque en mi corazón siento que estás ahí, como mi ángel, un extraño vacío se apoderó de mi alma en pena.
El silencio parece estallar en mis oídos.
La música de tu voz casi a diario en mi teléfono.
Nuestras conversaciones de amigas, de madre e hija, el cafecito de tardecita en la esquina.
Los proyectos, los sueños, el futuro, se quedaron ahí, mudos, como haciendo muecas de tristeza.
Te extraño. Te voy a extrañar aún mas, lo sé.
Y te aseguro que se fue una parte de mí contigo, quien sabe a dónde.
Quizás al lugar de la paz ansiada, de la felicidad completa, de la salud y la juventud eternas.
Quizás donde compartir la serenidad con tus padres, tus abuelos, con todos los que como vos se han ido.
Es muy difícil, es como un dolor enorme en el corazón partido.
Como si la soledad, esa enorme y terrible amenaza, se burlara de mí y de mi pena.
El tiempo no pasa.
Pero me quedará el recuerdo. Y tu cara sonriendo sin pausa, mirándome desde la foto de un retrato.

Te quiero para siempre.

Carta a mamá en su último cumpleaños.

9 de Enero de 2004

Querida Mamá:

Estaba revisando en el arcón de los recuerdos de mi alma y allí encontré un pedazo de tu vida. Como un álbum de fotos en un orden perfecto  se alineaban todos los momentos que hemos vivido juntas: Retazos de sueños, buenos y no tanto; alegres o tristes; pero todos compartidos.
Tus anhelos de mujer, de madre, de amiga. Tus deseos de vernos felices; de sabernos sanos, tanto en cuerpo como en el alma. Orgullosa a tu modo, a sabiendas de nuestras virtudes y defectos. Hoy somos cada uno como un reflejo tuyo, pero a nuestro propio modo.
Y en cada uno brilla un poco del verde de tus ojos, a pesar que ninguno de nosotros los tiene de ese color. En cada uno hay algo de esa sonrisa con cachetes; a pesar de que ninguno los tiene.
Cada uno tomo de tus lecciones lo que necesitaba, lo que podía. Desde mi corazón de hija amorosa, te digo mamá que sé de tu cariño enorme por nosotros, aquel que sueles demostrar a tu manera, tu especial manera; y que nos brindaste a lo largo de todo el camino en que nos llevaste uno a uno de la mano.
Ya somos adultos, creo, sin embargo te afligís como cuando estábamos en nuestras pequeñas cunas. Y hoy te preocupas también por nuestros hijos. En ellos también hay algo tuyo. Te lo aseguro.              
Espero que sigas llevándome de tu mano eternamente, porque además de ser mi madre, eres mi amiga y eso es de un valor incalculable.
No he podido quizás decir todo lo que te adoro, ya que las palabras que el hombre ha inventado, no son tan ricas a veces para expresar los grandes sentimientos.
                
Te quiero mucho. Feliz Cumple!
                                                                              Tu hija.

domingo, 8 de agosto de 2010

Ejercicio de lengua. Literalmente incorrecto. Profesores abstenerse.

Ejercicio.

Ejercicio. Eso le está faltando ahora mismo a mi pluma virtual. Y encima que para eso, uno se nutre de la cháchara diaria: en la oficina, en la calle, con los hijos, los amigos… Y de esa enorme melange de gente de todos los grupos demográficos, etnográficos y etcétera-gráficos, con los que compartimos nuestra vida, vamos casi sin querer, incorporando a nuestra conversación, un lenguaje que no sabíamos y ni siquiera habíamos imaginado que poseíamos y mucho menos que lo íbamos a usar en el momento menos pensado.

No hablo del lenguaje literario que infructuosamente nuestras madres y abuelas, anque nuestras profesoras, trataron de inculcarnos durante larguísimos e interminables años de infancia y adolescencia... Hablo de lo que se habla, de cómo se habla y de a quien se habla! El otro día nomás, me encontré diciéndole “bolú” a mi suegra. Fue un momento un tanto fuerte créanme; no había terminado de decir la palabreja, me llevé la mano a la boca y pedí disculpas. Pero lo mejor es, que lo tomó tan bien que me sorprendí: es que pensó que si le hablaba así, estaba bien, porque así, es como se hablan los amigos!

Este “tópico” ha sido tema de libros, artículos y demases, por lo que no voy a ser precisamente yo, quien suscriba otro título más al cúmulo de tomos que inundan las librerías…

Pero cabe escribir sobre alguno que otro término, que se escucha a diario y del que vale la pena tener idea, no solo para incrementar el conocimiento mundano, sino para entender perfectamente, qué, nos están diciendo o queriendo decir. O simplemente para estar básicamente, más cerca de ese grupete juvenil.

Una palabra que hoy suena mucho en casa es FASO. Muy lejos está de ser la versión tanguera de cigarrillo o cigarro… bien lejos, o como dirían mis hijos, “lejos maaaal”. FASO, por ejemplo, soy yo. Cuando los persigo con algo, cuando los torturo para que estudien o para que se vayan a bañar. Podría ser un sinónimo de “Plomo”. Ejemplo de uso diario en casa: MAMA, SOS UN FASO!

Lo peor de todo esto es que al poco tiempo de la introducción del “neologismo” (por ponerle un nombre paquete), hay una viralización instantánea en mí, y nunca pero nunca, me salvo. Todavía no encontré el antídoto para que mi subconsciente no adopte esos tan deleznables (aunque realmente claros) términos. Y cuando los uso, (juro que sin querer), soy acusada injustamente de querer hacerme la “pendeja”.

Aunque sinceramente algunos son realmente buenísimos. Como por ejemplo la frase: ES UN CHINO. No puedo parar de decirlo para referirme en general, a todo lo complicado. Es una fija (ahora me fui al lenguaje burrero en menos de un segundo, no?) que hay alguien que lo escucha e interpreta literalmente. Como me pasó hace poco hablando con una tía, que al escucharla, se da vuelta y me mira con ojos desorbitados preguntándome: UN CHINO??!!! Como si le hablara realmente de un oriental.

Hay personas que son “literales”. Y está bien. Los que hablamos mal, nos tenemos que hacer cargo. Tengo en casa a un niño que asiduamente, decodifica “literalmente” lo que digo o en realidad, no lo decodifica... No hace mucho estaba yo contando algo que me había pasado, sobre unos hombres medio sospechosos que se me acercaban y en el relato dije: “De repente vi que se me venían cuatro monos…” incrédulo me preguntó, con la boca abierta: Cuatro MONOS???!!! Y tenía razón en sorprenderse. No se espera, naturalmente, ese tipo de frases de una madre!

Cuantas cosas los chicos esperan o no esperan, que sus pobres padres digan o hagan...Si, créanme. Confieso que lloré en el final de Toy Story 3. Que se yo! Enternecida? Y no vendría a cuento si mi hija que estaba sentada al lado en el cine, no me hubiese disparado: Vos no podes llorar! SOS UNA MAMA!!!

Concluyo. Debo hablar bien. No debo llorar en películas de niños. NO DEBO SER UN FASO!!!

sábado, 7 de agosto de 2010

Solo un cuento para niños, los que tienen esa edad y los que lo somos en el corazón

LA MISTERIOSA LUNA BLANCA

Yo era chiquita, tanto que todo me parecía inmenso, ENORME! (hasta mi abuela Tita que solo medía un metro y medio). Apenas estaba descubriendo el mundo; ese mundo que entonces era para mi en el campo, cerca de las sierras grises, pero amables y queridas.

Y en ese marco de hermosa naturaleza, fresca y llena de vida, solía acompañar a mi madre a dar paseos por el monte hasta el arroyo que corría al pie de la sierra. Era mi aventura mayor… el lugar encantado donde los sonidos del arroyo corriendo sin parar, se mezclaban con el piar de mil pájaros y mi risa y la voz alegre de mi madre.

¡Como olvidarme de las historias que me contaba mientras mirábamos al cielo y a las nubes sentadas en la orilla!

Un día de luna llena, le pedí a mamá que me llevara hasta el arroyo.

Quería ver como la luna se reflejaba en el agua correntosa. Y no tenía miedo porque la luna iluminaba tanto pero tanto, que parecía de día y el cielo estaba tachonado de miles de estrellas.

Fuimos por el senderito del monte, caminando hasta el pié de la sierra, y allí en el cielo estaba como siguiéndonos, la luna blanca y misteriosa, enorme…Parecía que me hacía guiños, yo estaba feliz. Cuando llegamos al arroyo, me asome a buscar el reflejo de la luna en el agua. Pero para mi sorpresa, no había reflejo. La luna se había ido. Mamá vió como me entristecía; me acurrucó en sus brazos y acunándome, me contó una de sus historias, era sobre la luna.

“Cuando la luna nació, no era tan grande, ni tan blanca. Era muy pequeñita y no tenía mamá ni papá. Pero era tan grande su deseo de ser buena y servir a todo el que la necesitase, que Dios, que escucha los pensamientos de todas sus creaciones, incluso los de la luna, decidió hacer realidad su deseo: dejaría que la luna cumpliera un cometido en el Universo. Y la eligió para ser la guardiana de la noche. Y la volvió blanca y brillante. Desde ese entonces, hace miles y muchísimos años, todas las noches, la luna sale para que todos los hombres en la tierra tengan luz aunque no la tengan y a todos los cuida en nombre de Dios. Y es verdad que hay algunos días en que no aparece, y es porque va a cuidar a los hombres que viven del otro lado del mundo, y por eso no la vemos”.

Cuando mamá terminó de contarme esta historia, la luna brillaba en el arroyo. Y me pareció que me miraba. Y me sentí contenta porque sabía que a través de ella Dios me estaba mirando y cuidando.

Volvimos a casa y me fui a dormir pensando que un día, me gustaría hacer algo bueno como la luna. Solo era cuestión de desearlo mucho, y Dios me lo concedería.

jueves, 5 de agosto de 2010

Toda semejanza con la realidad, es coincidencia.

Encuentro

Desde el corazón de la ciudad emana un sueño dorado de esperanzas. Es que el latido de la musa que inspira al ser optimista y alegre, duerme ahí, entre el cemento azul y las estrellas pálidas. En un abrir y cerrar de ojos, el silencio se apodera de todo, a pesar del bullicio de la noche en danza. Y la oscura y espesa cabellera de calles entrelazan los nombres de todos los que por ahí pasaron. Cuentan historias, rezan oraciones de sencillas palabras. Se sonrojan los faroles al escuchar los relatos, algunos sin final. Otros días en que la lluvia aparece como un manto gris y húmedo, todo cambia de repente. Las voces de antaño se callan, los fantasmas corren a esconderse de las gotas mojadas. Y en sus refugios tibios, traman todo tipo de bromas. Es como otra dimensión, extraña, pero a la vez mundana. Donde se funden almas y se separan sueños de realidades.

Y en ese andar sin sentido por ese laberinto urbano, me encontré frente a una pequeña y sencilla niña de ojos oscuros como carbones. Me miró como si nunca hubiera visto a un ser humano. Con un dejo de extrañeza y simpatía, con el alma en los ojos y la simpleza que te da la niñez.

Mi corazón se encogió al ver cuánto se parecía a mí. Me pareció estar mirándome en un espejo retrospectivo.

En lugar de hablar, solo pude sostener su mano en la mía. La sentí completamente helada. Sin embargo me sonreía desde su pequeña altura, como agradeciéndome. Por más que trataba de entender, que era lo que estaba pasando, no lograba pensar en nada.

De repente un rayo de luz cálido nos envolvió a ambas. Y puedo decir que casi nos fundimos en una sola. Y aunque no movía sus labios, sentía sus palabras retumbar en mi cabeza. “Estoy aquí desde siempre. Nunca te he dejado. Has vivido todo este tiempo sin dejar que crezca dentro tuyo. Ahora necesito que me dejes seguir. Debes soltar de tu alma a la niña abandonada. Debes olvidar los momentos en que de pequeña te sentiste triste y solitaria. Solo debes conservar en tu corazón la inocencia del mío. Y debes de guardar como un tesoro la frescura de mis pensamientos puros. Mi curiosidad, consérvala por siempre. Solo eso. Este es el momento donde debemos por fin separarnos. Debo quedar en un arcón junto a los recuerdos gratos y felices. No busques uno en el que quepan la tristeza o el resentimiento vano. No sirve de nada. Solo conserva la alegría. El resto vendrá por añadidura. “

Mi corazón dio un vuelco. Era mi pasado el que me hablaba en la niña. Me emocioné, la abrace y le di un fuerte beso en la mejilla. Solo pude decir gracias.

En un instante la magia del momento había desaparecido. En un parpadear, me encontré bajo un farol titilante en medio de una calle desconocida. Y me sentía increíblemente bien. El corazón me latía fuerte, tanto que creo se escuchaba desde lejos. No me pregunté nada. Solo miré al cielo claro y azul de esa noche serena. Al instante supe que desde ahí, alguien me había dado otra oportunidad de renacer y volver a vivir.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Esto no es cuento, aunque parezca ficción.

Recuerdos de Tandil
Como empezar. Si, definitivamente, por el principio. Quizás sueno a porteña total, tipo que nada no? Pero no… nací, a temprana edad, (gracias Groucho), como todo el mundo. Y aunque mi acento es espantosamente de aquí, nací en el otrora pueblo de Tandil. Muy pueblo por aquel entonces, donde todos se conocían, (tal vez demasiado para mi gusto) y donde con solo dar un giro a la esquina, eras la comidilla de alguna chusma aburrida. Demás está decir, que fueron años inolvidables. De movida y esto dirigido a los más jóvenes, por aquel entonces, no existían las computadoras y mucho menos internet, y mucho menos un teléfono celular… Así como lo oyen. Conseguir un teléfono fijo, por aquel tiempo, era toda una odisea. Creo que no tuve teléfono hasta como los doce. Ah! Y ya estaba olvidando mencionar la tele. Recuerdo la primera que tuvimos, era muy chiquita y por supuesto en blanco y negro y yo tenía nueve años! Y por supuesto que podíamos vivir igual, quizás hasta incluso mejor. La burbuja era total. Pocos medios de comunicación. Poca noticia, mucho verde, deporte y libros. A jugar con la imaginación muchachos que la realidad virtual estaba más lejos que la Quiaca de Ushuaia.
Nunca se te ocurría cerrar nada con llave. Ni el auto, ni la casa. Pecado! Y ni que hablar de la famosa “vuelta al perro”. No sé todavía porque le llamaban así. Nos subíamos al auto, (crease o no, desde los 15, o tal vez antes, nuestros viejos nos enseñaban a manejar), y dábamos interminables vueltas por las 4 o 5 manzanas del “centro”.
O íbamos al club, a ver a nuestros “chicos” (amigos, novios) jugar al rugby. Y poníamos todos los autos de frente a la cancha, a manera de tribunas que no habían, y para soportar el frío invierno y escuchar la única radio existente, mientras charlábamos (idem chat actual, pero aquel era en vivo y en directo) y chusmeabamos sin parar durante todo el partido. Cuánto van? Preguntaba de tanto en tanto alguna. El partido era lo menos importante.
No había colegio bilingüe. No había colegio doble turno, ni doble escolaridad, casi que no había colegios! Estudiar inglés? Of course my dear… si tenías una madre previsora como la mía, era imprescindible para “la vida” en el pueblo, ir por lo menos tres veces por semana a particular de inglés, (gracias vieja por tu gran visión).
Mejor no te lo voy a decir. Si, te lo digo. Creeme, no supe y ni siquiera imaginaba por aquellos tiempos, que existieran unas muñecas que se llamaban “barbies”. De chica tuve una sola muñeca, que me trajeron mis viejos de un viaje a Brasil. Resulta que el fabricante, seguramente para ahorrar, le había puesto pelo solo en el borde de la cabeza, y venía con rodete… pueden imaginar mi desilusión, al darme cuenta que si le soltaba el pelo, no hacía shock! Sino que te daba un shock, porque era pelada! La de gorros y gorritos que inventaba porque quería a toda costa, que tuviese el pelo largo. Y me acuerdo muy bien, cuando mi hermana le cortó el pelo a su única muñeca. Ante mi horror, me dijo “si total después le crece!”
De todas maneras, las muñecas no eran lo que más prefería a la hora de jugar. En el invierno, en el garage que no se usaba para guardar ningún auto, poníamos música clásica, en un toca discos de mamá. Nos poníamos con mis hermanas unos “tutus” de bailarinas, que nos había hecho nuestra abuela materna con mucho cariño y de papel crepé. Rosa, blanco, celeste, uno distinto para cada una. Y si, pueden reírse, yo tenía para el baile clásico menos gracia que un mono de peluche.
En los veranos, que nos parecían eternos de tanta tranquilidad y que además eran muy calurosos durante el día, nos instalábamos en la chacra. Que por ese entonces parecía que estaba muy, pero muy lejos de casa y pero escuchen: estaba a tan solo 3 km del centro. Eso, eran las afueras del pueblo. 3 km. Hoy recorro 21 km para ir a trabajar y me parece que estoy al toque. Hace un tiempo viajaba 45 km para llegar a mi anterior trabajo. Será que cuanto más creces, más largo se te hace todo?
Me desvié. Lo haré todo el tiempo en el relato, si no, no sería yo. Y si, en los veranos aparecían mis primos. Todos varones (cuatro), que venían de Buenos Aires, la capital, bah hoy seria C.A.B.A. no? La bendita ciudad autónoma de Buenos Aires, nombre largo si los hay.
Como nos divertíamos con los primos. Enormemente. Ellos me dieron a probar mi primer cigarrillo, shhhhh! que no se entere nadie! Tenía pocos años para eso, y me parecieron feos, muy feos. Un particulares 30 y sin filtro! Por suerte no me gustó en ese entonces. Muy chica para empezar con los vicios no? Con los “chicos de Lety” (así los llamabamos), hacíamos casitas en los árboles, animados por nuestra abuela paterna, que nos proveía de cuanta cosa se nos ocurriera. Desde piolines para hacer cañas de pescar malísimas, hasta pedazos de goma para hacer hondas con palos de árboles. Y por supuesto, era el alma del tema de las casitas. Las cuales tenían su correspondiente inauguración, con caramelos, chicles y otras yerbas que íbamos a comprar a un camping cercano. La diversión acababa prontísimo. Una discusión por una golosina, o por cualquier cosa tonta, terminaba en una guerra “e ipso pucho” (como diría mamá) la destrucción de las casas recién inauguradas. Pero quien te quitaba el gusto? La mía es más linda!!! Chivaaaaa! Gritaba uno. Andábamos a caballo, nos peleábamos como locos y nos dábamos alguno que otro escobazo a las corridas de vez en cuando.
Cuando los chicos se iban, cerca de empezar las clases (léase hoy, el back to school, aclaro el antiguo término para que todos entiendan) quedaban los amigos de siempre, del cole, del club, del pueblo. Y ahí estábamos entre estudios, diversiones sanas, guitarreadas (si, guitarreadas y qué? Son un quemo?) se usaba, igual que los asaltos. OK. Lo reconozco. Obvio que nadie iba armado. Solo tenían que llevar bebidas los varones y comida las chicas. Y se armaba la fiesta, el baile, con algún improvisado disc jockey (si, si, si, se escribía toda la palabra, nada de dj o vj o lo que sea) alguno traía el pasa-casette, si era más moderno o sino, usábamos el viejo y nunca mal ponderado winco. Yo tuve uno. Era una felicidad. Se abría como una caja, y la tapa era el parlante! Andaba en 3 velocidades. 33, 45 y 78. No me acuerdo para qué eran las dos primeras… si me acuerdo que la de 78 era para escuchar los viejos discos de pasta. No saben lo que son? Viejos discos, que eran viejos ya en esa época. Vale? Eran los discos que los abuelos y los padres habían atesorado y coleccionado desde épocas remotas. Me acuerdo que mamá, en adelante “la vieja”, tenía un montón. Los plateros, el rey Elvis, clásicos, que se yo. Cuando los descubrimos con mis hermanos, fue todo un hallazgo. De más está decir que no duraron mucho los pobres. Se rompían muy fácilmente. Y en menos de lo que canta un gallo, no hubo uno solo en buen estado. Y quien podrá olvidar esos discos simples! De vinilo. Chiquitos… y los de vinilo de colores, nevados… Ah! Vieron? hoy los están poniendo de moda otra vez… todo vuelve…pero donde fue a parar mi winco? En que voltereta de la vida desapareció? Winco volvé…
Sí, tal vez estoy mezclando épocas, pero más o menos, no había tanto cambio repentino como hay hoy… voy y vengo en el tiempo con un firulete de mi pluma. Aunque ya no use una.
Antes de la chacra vivimos un tiempo en el campo. Pero esta vez, a 40 km por camino de tierra. Como 6 años o siete. No había pileta y el verano como les dije antes, era muy caluroso. Solo un viejo y reacondicionado tanque australiano para refrescarnos: traducción al castellano moderno: piletón redondo de chapa, en este caso embutido en la tierra y que hoy se puede ver en las rutas al lado de los molinos, uf! que largo. Menos, mucho menos había salvavidas. Pero todo, si no existía, se improvisaba. Abuelos y padres temerosos por nuestra seguridad, ni bien despuntaba el alba veraniega, nos colocaban el traje de baño (la malla, en algunos barrios) y el salvavidas, que no era otra cosa que una cámara de motocicleta, con un par de tiras, que nos ataban al cuello para que no nos deslizáramos hacia abajo. Y con eso puesto, andábamos todo el día, como se imaginarán, con los brazos en jarro, colgando en el aire. Miren si llegábamos a caer al agua en un descuido! O si alguien dejaba el cerco del tanque abierto! Tortura señores! Siempre me pregunté si no era más fácil enseñarnos a nadar? No! Nadie había inventado aun la matro-natación!
Poco recuerdo de esa tan cortísima edad. Si recuerdo bien a mi petizo. Al que bauticé Martín, en honor a un quintero del que ni siquiera recuerdo la cara. Sus crines eran coloradas… en pelaje equino sería alazán? Si que vivió muchos años aquel retobado caballo. No voy a olvidarme nunca que un día, no tendría yo más que cuatro años y estaba andando por el jardín de delante de la casa antigua, había algunas ovejas que se habían colado y estaban comiéndose las plantas que con tanto cariño mamá plantaba. Alguien se dio cuenta y mandó a los perros ovejeros a que las sacaran, a ladrido pelado las corrieron, con tan mala suerte, que no solo se asustaron las ovejas, sino que el petizo dio un corcovazo y me tiró. En un segundo estaba de cabeza en el suelo bajo un árbol y me había dado con una raíz saliente.
Pero si de Martín el petizo se trata, la mejor anécdota, fue cuando ya era mucho más viejo y del campo de la temprana infancia, lo llevaron a vivir a la famosa chacra, casi en la ciudad. Y mi hermano, amante de river y del zorro, habíase puesto todo el equipo. Abajo, camiseta, medias y short de river. Arriba una negra y larga capa atada al cuello que mi abuela materna le había cosido. Y el infaltable sombrero y antifaz del héroe. Por supuesto, se subió al petizo que tenía para ese entonces una panza enorme y era un glotón como pocos… a pesar de sus esfuerzos por manejar las riendas, el caballito enfiló raudamente con un trote certero, a un potrero con maíz. Amaba el maíz…Y mi hermano pequeño iba llorando, capa al viento, imposible parar el corcel, mientras yo no podía parar de reírme.
No puedo dejar de mencionar el tema de las navidades. Mi abuela paterna, de familia italiana, gustaba de reunir a toda la familia cercana (y no tan cercana). Aglutinante de gente si los hay, no había Cristo que cambiase su convocatoria para la famosa noche buena. Y el mismo 24 en general, con 35 grados a la sombra, en un auto chico, lleno de nosotros seis más el bendito pavo, que era tan grande que solamente lo podían cocinar en la panadería, partíamos (siempre con el tiempo justo y la lengua afuera) para Buenos Aires. Ahí llegábamos, a tirar las cosas en lo de mi abuela materna, (en adelante Lala), a arreglarnos y cambiarnos, mientras madre y abuela aprestaban los pio nono, postres, pavo y todo. De los regalos no hablo, porque como todos creíamos en Papá Noel (ahora los niños pequeños que todavía creen, le dicen solo “Santa”), los llevaban a escondidas y quien sabe como hacían para cubrir la treta. De más está decir que el living de mi abuela paterna (en adelante Tita), no era tan grande y solía juntar no menos de 40 a 45 personas. Cerca de las doce, nos mandaban al balcón a ver si veíamos el trineo y a Santa y todo, para poder poner la montaña de paquetes bajo el arbolito. Y no me voy a olvidar que papá, era el encargado de la repartija de los regalos. Y como era su costumbre a voz en cuello cantaba: “De mengano para fulano”, “de fulano para mengano” (ah, fulano y mengano no son nadie, justamente es para no nombrar a nadie en especial. Hago estas aclaraciones para algunos niños que posiblemente no lo sepan)… una de esas navidades, creo que tenía 10 años, habíamos partido hacia el balcón con mis primos, los chicos de Lety, y Matías, de mi misma edad, me dice: no me digas que crees en papá Noel?! Si no existe! Son nuestros padres! A bueno! Que notición, tantos años creyendo, tantos años de mentira piadosa! Y puf, me borró la ilusión de un plumazo! De todas maneras lo supere a instante y no me ha quedado trauma alguno al respecto. Pero como nos divertíamos por esos días en dulce montón familiar! De postre, siempre en lo de Tita, helado.
Y volviendo de a poco al tema de las comunicaciones. Cartas. Correo. Estampillas. No sé si les suenan, tal vez les suena OCA, gente que se viste de violeta? ese el correo a la manera antigua, cuando había en las calles buzones colorados en las esquinas, para que pudieras poner las cartas. Una vez por día pasaban y se llevaban todas las cartas y una simple podía tardar una semana en llegar de Tandil a Buenos Aires, o viceversa. O podías ir hasta un correo y mandar una carta “expresa” que salía más caro pero llegaba mucho más rápido. Como iba contando, esa era la forma de comunicarnos con los que estaban lejos. Recuerden que por un largo tiempo no hubo teléfono en casa y para hablar a Buenos Aires, había que ir a la “telefónica”, (de gran similitud con los locutorios de hoy pero mucho más grandes). Entonces, escribíamos cartas, largas cartas, las mías de chica con unas faltas de ortografía espantosas…Por suerte Lala las guardaba y ya más grande releyendo las mismas, podías enterarte de los detalles de la vida diaria en el campo, en el pueblo y de las travesuras que nosotros los infantes de turno, realizábamos sobre todo, a la hora de la siesta.
La siesta. Nunca me gustó dormir siesta. De chica. Y hay cuentos de todo tipo al respecto. Uno en especial muy escatológico que no voy a relatar, justamente por eso. Parece que a diario, cuando me acostaban a dormir la siesta, le hacía el cuento a mamá que quería ir al baño, cuando mamá me buscaba, no era cierto, por supuesto. Una tarde decidió no hacerme caso. Yo no tendría más de dos años, Florencia, la hermana que me sigue, uno menos. Y estaba en su cuna. De pronto, oh! grata sorpresa, encontré un pote bien lleno de crema para la cara, que mamá había tenido la mala suerte de olvidar por ahí. Estaba en mi salsa, unté todo lo que encontré. Muñecas, juguetes, hasta a mi hermana y su cuna. Cuando mamá apareció casi se muere. Flor patinaba, parada y agarrada de la embadurnada baranda de la cuna. Y el pote de la “carísima” crema, estaba completamente vacío.
Bueno, seguí de largo con lo de las comunicaciones. Imaginen no chat, no celular, no tele, no computadora, no internet, no fotocopiadoras! No vida! Dirían algunos de los adolescentes de hoy. Hacer un trabajo de investigación para el colegio, implicaba obviamente tomar papel y lápices, e ir de excursión a alguna biblioteca pública. A tratar de encontrar algo moderno, no way y luego a copiar se ha dicho! Todo era a pulmón. Pero para los chicos setentosos, era lo conocido. No sabíamos lo fácil que iba a ser todo eso en el futuro!
Recuerdo que a papá le encantaba sacar fotos. De hecho hay un montón en blanco y negro. Pero luego se le ocurrió sacar en slides. Traducción, diapositivas, traducción, necesitas un aparato especial llamado “proyector de diapositivas” y que hoy por hoy, no existe! Está en extinción, junto con el pasa casete, la video casetera, la tv blanco y negro, la máquina de escribir, la dvd y otras tantas cosas que me iré acordando luego. Ergo, hay como 4 cajas de diapos, con fotos de mi infancia que no puedo ver! Ni escanear, ni “digitalizar” y apuren a sus padres, a que pasen todos los videos de sus infancias a CD, ya que las video casseteras, están desapareciendo como los dinosaurios!
Tener un walk man, era lo mas. Eran gigantes aparatos “portátiles” para pasar casetes. Con auriculares. Todavía hay alguno dando vueltas por casa. Fran lo mira mientras lo da vueltas al tiempo que pregunta, qué es? Hoy en un ipod entran no sé cuantos cientos de canciones en 4 cm cuadrados! Ni que hablar de la playstation. Hubiese sido una locura en nuestra época, que nos conformábamos con jugar a los indios con nuestros copetes de plumas.
Pero algunas cosas no cambiaron nada. Ni las fiestas de 15, ni las de egresados, ni el viaje a Bariloche, ni los berrinches de adolescentes, ni el amor!
Creo que cada etapa ha tenido y tiene sus cosas lindas, su felicidad, su belleza. Aun cuando no habían llegado todas estas tecnologías. Teníamos grandes amistades, grupos de amigos que se hacían en los clubes, en los colegios y eran concretos. Hoy posiblemente tengas 400 “amigos” en facebook, o twitteas o chateas con otros mil en msn, tu vida es un instagram story, y te preguntas, pero donde quedaron los abrazos? Y Las risas de “verdad”? no los jajajaaja! O los wow! O los guau! O los “emoticones”(traducción para los grandes, esas caritas, en general amarillas que podes insertar en un mail o mensajito y que te tiran un beso, te guiñan un ojo o te sacan la lengua…) Y todas las palabras mal escritas como tkm, traducción para grandes, te quiero mucho! Kiero va con ka, quien dirá lo contrario en unos años? La otra vez yo le preguntaba a la directora del cole de primaria si se habían puesto a pensar en cómo van a enseñar a las futuras generaciones, total que escriben con jeroglíficos en la web o los celus, para hacer más rápido?
No me malinterpreten. Amo la tecnología. La amo. Amo mi cámara digital. Amo internet, amo poder googlear todo lo que se me ocurre. Tener la información de lo que quiero a cualquier hora, ver mi serie favorita que me perdí la semana pasada, buscar las últimas fotos que publiqué, ver que hubo gente que me dejó comentarios, usar el diccionario online! Pagar las cuentas sin moverme del escritorio, no ir al banco por ningún motivo! El traductor! Lo más genial! Buscar canciones, letras y hasta las tablas de notas para la guitarra! Jugar al boggle contra un desconocido por puntos, jugar scrabble contra la maquina, que se yo. Y lo que no está en Internet, es porque definitivamente, no existe.
Pero no hay que dejar de lado lo humano, el calor de un abrazo. La sencillez de una caricia. El contacto con los demás, cara a cara. El contacto con la naturaleza, el silencio de una noche estrellada en el campo. El sonido de un arroyo en vivo y en directo, mojando tu mano en el.
Del “ensayo”, fue solo eso, un ensayo. Estas palabras son apenas algunos recuerdos de la vida, de la familia. Solo unos pocos, para los más chicos y para los grandes también. Quería que se rieran, quería que fuera un acto de stand up. (traducción para el que no sepa, cuando se para un actor o cómico en un escenario y habla o dice un monólogo). Pero creo que no se acercó ni un poco. No importa, era un ensayo. Ahora, además que me gustaría que los que lo lean, me gustaría que me regalen sus propios recuerdos o anécdotas, para ir armando un rompecabezas de memorias para los “enanos” de la familia.