miércoles, 11 de agosto de 2010

Despedida


Madre

El tiempo no pasa. 
Se detuvo un día de primavera.
Un día inesperado y triste. 
El cielo no pudo siquiera llorar.
La noche se hizo presente como un manto oscuro.
Las flores se secaron en sus tallos y no hubo mariposas de colores frescos.
El sencillo hecho de saber que mis ojos no podrán verte, mis manos tocarte o abrazarte, me acongoja.
Aunque en mi corazón siento que estás ahí, como mi ángel, un extraño vacío se apoderó de mi alma en pena.
El silencio parece estallar en mis oídos.
La música de tu voz casi a diario en mi teléfono.
Nuestras conversaciones de amigas, de madre e hija, el cafecito de tardecita en la esquina.
Los proyectos, los sueños, el futuro, se quedaron ahí, mudos, como haciendo muecas de tristeza.
Te extraño. Te voy a extrañar aún mas, lo sé.
Y te aseguro que se fue una parte de mí contigo, quien sabe a dónde.
Quizás al lugar de la paz ansiada, de la felicidad completa, de la salud y la juventud eternas.
Quizás donde compartir la serenidad con tus padres, tus abuelos, con todos los que como vos se han ido.
Es muy difícil, es como un dolor enorme en el corazón partido.
Como si la soledad, esa enorme y terrible amenaza, se burlara de mí y de mi pena.
El tiempo no pasa.
Pero me quedará el recuerdo. Y tu cara sonriendo sin pausa, mirándome desde la foto de un retrato.

Te quiero para siempre.

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