miércoles, 23 de febrero de 2011

Seguridad, Divino Tesoro. Sexta parte???!!!

Pero si en la tercera me dije, espero que sea la última… no lo diré más. Definitivamente. Hace muy poco, si, en este año 2011, tomé como tantas veces, el camino del Buen Aire, que de buen aire no tiene nada por cierto, ya que a sus orillas hay basurales divinos, que hoy son colinas verdes, pero que supieron ser bañados u hondonadas! Y muy a pesar de los esfuerzos, el oloroso paseo aunque como dije, verde y arbolado, se hace sentir, en todo aspecto…
Como iba contando, una tarde de este  verano, a  100km x hora, límite de velocidad de esa noble y bacheada autopista, iba manejando por el carril rápido hacia el oeste, (o mejor debería decir, el "lejano oeste"?) Hete aquí que nomás unos kilómetros de pasar el peaje, donde se hace un enorme abra entre las dos vías, siento un golpe y el estruendo de mi ventanilla trasera… podrán imaginar que la sangre se me helo de pronto en las venas.
Alguien con muy buena puntería, me pegó un piedrazo (honda mediante) e hizo añicos el vidrio. Por instinto, no se cual ya, seguí maneando como si nada hubiese pasado. No paré, no soñaba parar. La idea de los “cacos” es esa… romperte un vidrio y cuando paras para ver que pasó, QUE CORNOS PASO?!, es ahí donde aprovechan para asaltarte. Cuando llegué a destino recién pude mirar y evaluar daños: descubrir en efecto, que el “proyectil”, era una gran piedra,  todavía  dentro del auto y empezar a respirar al mejor estilo pre parto… lo que siguió es totalmente habitual: Llamar al seguro, cambiar el vidrio, polarizarlo y regrabar la ventanilla, para poder irme de vacaciones al día siguiente, una tontería.
Después de las vacaciones, tomé coraje para ir de nuevo al oeste por el Buen Aire.  De ida, estuve bien, no vi a nadie en el abra. Pero a la vuelta, vi a tres tipos al borde del lugar y se me volvió a helar la sangre. Vuelvo a repetir...el susto, es acumulativo, créeme. Tal vez, en unos miles de años, se me pase…
Moraleja: No manejes por autopistas, no manejes, bah, mejor, no salgas más a la calle!!!!

martes, 22 de febrero de 2011

Seguridad, Divino Tesoro. Quinta parte!!!!!

Este, fue un episodio de paranoia post asaltos, que muestra a las claras lo que afirme en mis relatos anteriores.
Había ido a tomar un café con una amiga. Eran como las nueve de la noche, un día de semana, cerca del barrio de la horqueta. La calle Uruguay en reparaciones. Dos opciones: hacer un camino larguísimo yendo para atrás y tomar la autopista, o aventurarme y tomar  un supuesto camino alternativo y no tan peligroso. Para retomar la calle Uruguay más adelante. Obviamente, me decidí por el camino corto. Empiezo a andar y me doy cuenta que me había equivocado de ruta... El terror se apoderó de mi,  cuando veo que se acercaban caminando por el medio de la calle, en la oscuridad, cuatro hombres. Se me cruzó instantáneamente la idea de que me iban a asaltar… En que estaba pensando? Hice un giro raro con mi auto, como para escaparme, as usual. Con tan mala suerte, que en la esquina en cuestión y fruto de los arreglos, había dos acequias de cemento. Doblé exactamente encima. Con  tan mala suerte les repito,  que me quedó una rueda en cada acequia, clavadas. Era imposible salir de ahí sin una grúa y los hombres cada vez más cerca. Mi mente aterrorizada, pensaba a mil. Entonces no se me ocurrió mejor idea y me baje del auto. Empecé a gritarle a los mismísimos hombres que eran mis supuestos atacantes: Ayúdenme! Ayúdenme!
Finalmente vinieron en mi ayuda. Los cuatro. Más cinco vecinos más, que salieron de unas casas por ahí. Entre los nueve, levantaron mi auto y me sacaron de ahí. Nadie quería asaltarme, eso estaba claro. La sumatoria de episodios hizo que me volviera  paranoica y que vea fantasmas donde no los hay. Aunque sea verdad que hay varios dando vueltas.
Dije que terminaba. No. Le dije que vivo en un barrio cerrado. Infinitamente pequeño. Pero no para un “grupo comando”. Para ellos, ideal. Mapa del barrio. Casas marcadas. No me toco. Nos pasó dos veces en menos de seis meses.
La paranoia de los que viven ahí, es tremenda. A veces siento que estoy en una cárcel. Y ni que hablar la gente que viene de visita. Casi que les hacen un ADN. Les piden de todo, los hacen esperar. Se hace una cola interminable. Ni que hablar si es un día festivo.
Definitivamente una locura colectiva.

Moraleja: No salgas a tomar café con tus amigas y no vivas en barrio cerrado, no son para nada seguros. 

lunes, 21 de febrero de 2011

Seguridad, Divino Tesoro. Cuarta parte!!

Evidentemente mi problema era el conurbano bonaerense. Definitivamente la seguridad con mayúsculas, estaba en la capital. Corría el año 2006 y era un viernes, pero no uno cualquiera, eran tiempos de mundial. Algarabía general, argentina venía goleando, ganando y nosotros los argentinos exitistas a la enésima potencia, no entrabamos en nuestros zapatos… hasta ESE, día. Negro viernes 30 de Junio… Nos quedamos afuera de la copa! La depresión celeste y blanca, generalizada y glacial, se ciño sobre todos…
Algunos de la oficina, decidimos hacer la reunión planificada para las 17 hs ya que no había motivo alguno para festejar nada. Hacia allí me dirigía, en mi querido auto con vidrios sin polarizar. Enfilé por la avenida Córdoba, cartera bien escondida en el piso de atrás, cerraduras cerradas, como siempre… Parece que Palermo a esa hora se pone peligroso. Nadie me aviso! Cuando estaba a unas cuadras de mi destino final, empieza a sonar mi celu. Estaba en la cartera. La tomo mientras manejaba, resultando ser un compañero, para avisarme que la reunión cambiaba de lugar. Como no podía hacer mucho, tiré como pude la cartera en el piso del acompañante  y el celu en el asiento. Faltando unos metros para el destino y andando a 20 kmxhora por el trafico que había, me sorprendió una lluvia de vidrios,  que no solo se esparció sobre mi cabeza, sino por todo el auto, al tiempo que un brazo raudo, se asomo por la ventanilla rota con tal rapidez, que no tuve tiempo de reaccionar!!! El “moto chorro”, ahora término de uso diario, se hizo de mi cartera completa y su contenido a pleno, siendo 30, allí estaba todo… TODO!!! 
Paré  el auto donde pude y ahí mismo me puse a llorar desconsolada. Impotente.  Acto seguido, fui acompañada por un policía que estaba a tan solo media cuadra a la comisaria, que está sobre Scalabrini Ortiz, a tan solo cuatro cuadras. Lo que siguió, una denuncia, cancelar todas las tarjetas y discutir con el policía que quería retener mi auto para “buscar huellas”!!!  Le dije que si me retenía el auto, me suicidaba ahí mismo. Evidentemente fui muy convincente, porque me dejó llevarlo. Que mas puedo agregar?
Moraleja: No veas los partidos del mundial. Es peligroso. Sobre todo si Argentina pierde. 

Seguridad, Divino Tesoro. Tercera parte!

Como es de suponer, luego de unos años, la casa empezaba a quedar chica, la familia se agrandaba, nos debíamos mudar. Como el presupuesto no daba, enfilamos todavía más al norte. Hasta llegar al partido de Tigre. Barrio cerrado? Que va, un nuevo emprendimiento en pañales nos convenció y decidimos poner ahí todos los ahorros.  En 1999 nos mudamos.
Voy a pasar de largo el 2001, porque ese fue definitivamente un año para olvidar. Pero con el año vino el primer intento de asalto a mano armada. Día de semana, tres de la tarde. Calle equivocada. Todavía no se como zafe de esos cuatro personajes que prácticamente se “tiraron” sobre mi auto.
Efectivamente, no imaginaron mal… cuando vi al primer hombre parado,  a media cuadra, en medio de la calle y apuntándome, me dije “tengo que escapar”… pare, puse marcha atrás, pero no lo hice bien. El auto se bandeó y fui a dar contra un poste. Ahí se me vinieron los otros. Todas las ventanas y puertas cerradas, como es mi costumbre. Me gritaban que les diera la plata, yo les gritaba que no tenía, con una cara de loca desencajada supongo, porque milagrosamente, me dejaron ir. No sin antes doblarme la antena de la radio.
Realmente es impensable cómo va a reaccionar uno en estas situaciones. Yo definitivamente, siempre reacciono igual, o sea, mal. Puedo hacer esta afirmación porque mis escaramuzas punguistas no quedaron ahí. Ojalá!
Años mas tarde, trabajaba un tanto lejos de casa. Linda zona se había puesto, Avellaneda. A metros del puente Pueyrredón, Costequi y Santillán incluidos. El panorama era como se lo imaginan. Cortes cada dos por tres. Definitivamente corte y campamento,  los 26 de cada mes. Y ni que hablar el 26 de Junio.
En uno de esos tediosos días en que,  llegar a mi oficina era una odisea griega, fue que me volvió a suceder. Para poder llegar al puente, usualmente tomaba por la 9 de Julio sur, ya que venía desde el norte. Pero cuando había corte, la única forma de llegar era dar TODA LA VUELTA. Es decir tomar la autopista Buenos Aires - La Plata y entrar a Avellaneda desde el otro lado. Venía muy tranquila pasando por el mercado central de Avellaneda, cerradísimo a las 11 de la mañana, poco movimiento. Cuando veo que delante de mí,  un auto frena, pensé que la mujer al volante estaba preguntando algo al único transeúnte en la cuadra. Pero no. Cuando la mujer arrancó vi brillar en el aire un objeto muy dorado. Un revolver! El chico, que no tendría más de doce o trece, se paró y me apuntó. Otra vez mi reacción descontrolada. Me acerqué y sin frenar ni un poco, le hice señas de que se corriera, porque no pensaba parar… no sé si sabía leer los labios, pero me escuché diciendo a través del parabrisas: “correte por que te mato”. Definitivamente se corrió. Esto fue a dos cuadras de mi oficina. La policía toda, toda, apoltronada en el puente, cuidando a nos sé quién de los que protestaban o  a los que protestaban, de no sé quién.  Es el día de hoy y sigo sin entender. Quien corta más, los que protestan o la policía?
Llegue con las rodillas que me temblaban. Les juro que aunque reacciono así, como una valentona, llegué a la conclusión  que el susto, es acumulativo. Y que cada vez, tengo menos tolerancia a estos hechos.

Moraleja: No manejes para ir a trabajar, mejor no trabajes. 

domingo, 20 de febrero de 2011

Seguridad, Divino Tesoro. Segunda Parte.


Pero punga va, punga viene, uno no suele zafar del robo “carteril” en pleno centro de la urbe porteña. Escenario: Domingo de tarde, salida del teatro Coliseo, luego de cierto espectáculo infantil. Muchedumbre importante, gratis era la entrada. Hall del teatro, atestado. Lleno como pocos. Generosa ocurrencia la mía, llevar a varios sobrinos además de mi hija, con la ayuda de una hermana. Con la cartera a lo bandolero y un niño en cada mano, la concentración puesta en no perder a nadie en el tumulto. Cuando de pronto, mi hermana me dice: “cuidado, me parece que están robando”… en un abrir y cerrar de ojos, miré y mi billetera no estaba más. No sé porque, pero ese día tenía allí, todo lo que alguien puede tener. La plata que me quedaba hasta fin de mes, el registro recién renovado y hasta la credencial de la obra social de mi hija entre otras cosas. Cosas que pasan. 
Mi hermana me señala a un hombre y me dice “creo que fue ese… “en un segundo la locura, la bronca, no sé que más, se me cruzaron por la cabeza y dejando a los críos a su cuidado,  fui a encarar al susodicho gritando a voz en cuello “Me robaste, ME ROBASTE!!!!”, con una mano lo agarré del cuello de la campera, con la otra revisaba todo lo que el hombre tenía encima.  En búsqueda infructuosa de mi billetera y mis documentos. El hombre no reaccionaba, a Dios gracias!... Factor sorpresa! En ese momento otras varias mujeres se acercaron gritando: “A mí también me robó!, a mi también!” al tiempo que mostraban sus carteras cortadas y su impotencia. El panchero que estaba en la calle, aprovechando para hacerse unos mangos, aplaudía mi locura temporal,  al tiempo que gritaba: “Muy bien señora!!!”. Un espectáculo dantesco si los hay, en medio de un descontrol de gente, realmente mucha, mucha gente.
En menos de un segundo se hicieron presentes los guardias del teatro. Quienes custodiaron al hombre hasta que llegó la policía. No recuperé mi billetera. Eran tres pungas a falta de uno y fuimos todos a parar a la comisaria 1. Resumiendo. El hombre quedó preso. Carátula, robo en banda. Y fue preso durante 6 meses. Me enteré por una notificación del juez.
Terminé de declarar muy tarde esa noche. Mis familiares se habían ido, hermana, sobrinos, todos. Y de pronto, me di cuenta que no tenía un cobre para volver a casa. Conclusión, tuve que hacerles “dedo” a los guardias del teatro, que amablemente, me tiraron en Olivos. Que mas podía pasar?

Moraleja: No se puede ir a teatros y espectáculos con niños los domingos por la tarde.

sábado, 19 de febrero de 2011

Seguridad, Divino Tesoro. Primera Parte.

No voy a transitar el camino del diario matutino, ni del vespertino ni el de los canales de noticias... No es que no me importe. Me importa y mucho. Pero lo que hoy me trae hasta el papel virtual es la seguridad. No estoy desvariando. La inseguridad trae seguridad, aunque parezca un juego de palabras. De eso se trata esta reflexión. Y la seguridad, definitivamente cuesta cara. En todo sentido.
 Cuando pude comprar mi primera casa, una pequeña por cierto, fui a parar al viejo barrio norteño de Olivos. Digo viejo, porque en mi cuadra, todas las casas estaban, en general, en un estado deplorable. Incluso la mía. Construida en la parte trasera de una destartalada casona tipo inglesa, ocupando lo que fuera su viejo jardín. Mi casa era vieja, pero muy cálida. Después de algunos arreglos quedó finalmente habitable. Estos son datos solamente de color y para poner en autos al lector desprevenido, que puede pensar que en Olivos hay solo “mansiones, caserones, o como decía Mariana Nannis, “castillos”.
En ese entonces los robos no eran cosa de todos los días. Pero religiosamente y por las dudas,  debíamos pagar a la seguridad privada, que consistía, en un hombre dentro de una casilla en la esquina, para que vigilara. No sé a ciencia cierta qué vigilaba. En general no conocíamos ni la cara del guardia. Y en general, era una persona mayor. Esto hacía que me preguntara a diario, de qué o quién,  nos iba a defender tal personaje.  
La leyenda decía que si no pagabas la seguridad, tu casa seguro era robada,  porque quedaba marcada. Mafia? No quisimos probar.
Más, una tarde de sábado, se acercó a mi puerta, la del fondo, como ya les relaté, una “viejecita”(al mejor estilo “tale” o cuento de chicos). La tal viejita venía de parte de la policía de la zona. Acabáramos! me dije, menos mal que no traía una manzana roja y una canasta! Pero sigo. Escuchen bien: me pidió una “colaboración”… a lo cual le contesté,  con mi rebeldía habitual, que en ese momento no tenía. No pude salir de mi asombro por varios días, cuando me dijo con su tierna vocecita: “Yo te diría que para el mes que viene colabores con algo, porque vos sabes, acá en tu casa están todo el día solas tu hija con la chica…” Wow! Menazame!? De más está decir que al mes siguiente “colaboré”, como la viejecita, la policía y la patria me lo demandaron!!!
Nunca fuimos robados en Olivos, pero definitivamente la “seguridad” nos salía cara: pagábamos a la privada de la esquina y “colaborábamos” mensualmente con la policía.
Moraleja: más te vale pagar!