lunes, 21 de febrero de 2011

Seguridad, Divino Tesoro. Tercera parte!

Como es de suponer, luego de unos años, la casa empezaba a quedar chica, la familia se agrandaba, nos debíamos mudar. Como el presupuesto no daba, enfilamos todavía más al norte. Hasta llegar al partido de Tigre. Barrio cerrado? Que va, un nuevo emprendimiento en pañales nos convenció y decidimos poner ahí todos los ahorros.  En 1999 nos mudamos.
Voy a pasar de largo el 2001, porque ese fue definitivamente un año para olvidar. Pero con el año vino el primer intento de asalto a mano armada. Día de semana, tres de la tarde. Calle equivocada. Todavía no se como zafe de esos cuatro personajes que prácticamente se “tiraron” sobre mi auto.
Efectivamente, no imaginaron mal… cuando vi al primer hombre parado,  a media cuadra, en medio de la calle y apuntándome, me dije “tengo que escapar”… pare, puse marcha atrás, pero no lo hice bien. El auto se bandeó y fui a dar contra un poste. Ahí se me vinieron los otros. Todas las ventanas y puertas cerradas, como es mi costumbre. Me gritaban que les diera la plata, yo les gritaba que no tenía, con una cara de loca desencajada supongo, porque milagrosamente, me dejaron ir. No sin antes doblarme la antena de la radio.
Realmente es impensable cómo va a reaccionar uno en estas situaciones. Yo definitivamente, siempre reacciono igual, o sea, mal. Puedo hacer esta afirmación porque mis escaramuzas punguistas no quedaron ahí. Ojalá!
Años mas tarde, trabajaba un tanto lejos de casa. Linda zona se había puesto, Avellaneda. A metros del puente Pueyrredón, Costequi y Santillán incluidos. El panorama era como se lo imaginan. Cortes cada dos por tres. Definitivamente corte y campamento,  los 26 de cada mes. Y ni que hablar el 26 de Junio.
En uno de esos tediosos días en que,  llegar a mi oficina era una odisea griega, fue que me volvió a suceder. Para poder llegar al puente, usualmente tomaba por la 9 de Julio sur, ya que venía desde el norte. Pero cuando había corte, la única forma de llegar era dar TODA LA VUELTA. Es decir tomar la autopista Buenos Aires - La Plata y entrar a Avellaneda desde el otro lado. Venía muy tranquila pasando por el mercado central de Avellaneda, cerradísimo a las 11 de la mañana, poco movimiento. Cuando veo que delante de mí,  un auto frena, pensé que la mujer al volante estaba preguntando algo al único transeúnte en la cuadra. Pero no. Cuando la mujer arrancó vi brillar en el aire un objeto muy dorado. Un revolver! El chico, que no tendría más de doce o trece, se paró y me apuntó. Otra vez mi reacción descontrolada. Me acerqué y sin frenar ni un poco, le hice señas de que se corriera, porque no pensaba parar… no sé si sabía leer los labios, pero me escuché diciendo a través del parabrisas: “correte por que te mato”. Definitivamente se corrió. Esto fue a dos cuadras de mi oficina. La policía toda, toda, apoltronada en el puente, cuidando a nos sé quién de los que protestaban o  a los que protestaban, de no sé quién.  Es el día de hoy y sigo sin entender. Quien corta más, los que protestan o la policía?
Llegue con las rodillas que me temblaban. Les juro que aunque reacciono así, como una valentona, llegué a la conclusión  que el susto, es acumulativo. Y que cada vez, tengo menos tolerancia a estos hechos.

Moraleja: No manejes para ir a trabajar, mejor no trabajes. 

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