(Una recopilación de párrafos que encontré por ahí y que escribí hace como, un millón de años)
El sol se
escondió detrás de la nube de aguas rojas y su luz que atravesaba las gotas y
la espuma, formó un arco iris inmenso que desbordaba la vista. Y casi sin que
me diera cuenta, se fueron apagando sus colores, mientras crecía y crecía, tu imagen en mi corazón. El recuerdo de los besos
robados en silencio, de las caricias y de tus ojos mirándome con su eterno
color, con ese tono mágico que transformaba mi alma. Y nuestro amor enorme como
un gigante, enfrentando todos los
fantasmas, descubriendo todo lo que
llevamos dentro. Despojado el corazón de cualquier duda, sellados los labios por todas las promesas
nunca hechas. Promesas de amor, lazos invisibles, lazos tan fuertes como los
abrazos, con los que nos dijimos, te amo.
Ese amor, esa sed de estar juntos, de bebernos el tiempo de un sorbo. De
dejarnos caer en un profundo sueño: el de dos almas desesperadas la una por la
otra. Con el corazón abierto, con el alma expuesta, sintiendo tan profundo, como ese río que tuve
ante mis ojos. Y más fuerte que ese bosque, que se perdía de vista en el
horizonte.
No puedo dejar
de pensar en vos. Estás ahí. Simplemente
tú recuerdo descansando en mi alma, como una gran fotografía de color. Y esos
labios que me dieron calor un día, me sonríen tan suavemente, como me besaron.
La sensación de esa última caricia, aún ardiendo en mi piel. Una inesperada
mirada de lejana intensidad. Estás, fuiste, eres; no lo sé. Pero si se, qué no podré borrarte así
nomás, como se vuela una hoja con el viento de otoño. Y muy seguramente la nieve del invierno, cubrirá
todas las huellas de tus pasos y de los míos. Y cuando la primavera llegue,
otros árboles florecerán en mí. Y en silencio,
sonreiré por mi pasado. No será la primera vez; ni creo que la última. Nada es eterno; sólo el tiempo que corre, en ese incansable
reloj.
La luna me
mira con sus pálidos ojos plateados y ahí donde su mundo nocturno existe, el
reflejo en el espejo del mar y la arena aún tibia, me recuerdan a ti. Aquel
momento infinito, aquel oasis. Como una salada caricia con gusto a amor eterno.
Como olvidarlo. La húmeda brisa no me dejaba ver tus ojos, pero adivinaba miradas de miel y de dulzura. A
veces pienso que fue un sueño: El más bello. A veces pienso que esa luna, ese
mar y esa arena, están esperando con
ansia que algún día regresemos, a proseguir con nuestro amor; a terminar con nuestras penas y a sentir que
nuestros corazones son como uno solo, latiendo juntos para siempre.
Ese momento
de felicidad fue tan efímero, como un puñado de arena seca escurriéndose en la
mano. Ese instante en que el alma extiende su esplendor y brilla al desnudo, llenándose de armonía. Ese tiempo, en el que esperamos con ansia que llegue el
día, para vivirlo en toda su plenitud. La
vida es sólo eso la suma de momentos, de instantes y de tiempos. De ese deseo
interno de estar en paz.
Fuiste para
mí como un cálido refugio, como un oasis qué calmó mi sed, como una isla donde pude ser feliz por un
momento fugaz. Fuiste mi apoyo, mi amigo, mi amante. Fuiste ese murmullo de arroyo en el campo,
esa sensación de paz que da mirar las estrellas en una noche clara. Fuiste
ternura infinita, fuiste una caricia en mi piel. Fuiste un amanecer con un sol
tan rojo como el fuego. ¡Fuiste tantas cosas!
Quisiera
despedirme. Si. Con algo de nostalgia, con algo de tristeza, no sé, así nomás. Y como siempre, huyendo, desapareciendo, escapando: hacia algún lugar
donde tu espacio no me alcance. Espero que la vida te sonría y que alguna vez
de tanto en tanto me recuerdes como yo lo haré contigo.