Hablo de
manejar, por ejemplo cuando voy a diario, al trabajo. Pequeño ritual: Ni bien
subo al auto, me pongo el cinturón de seguridad, (sin el no puedo manejar), prendo
el motor y arranco sin esperar mas de un segundo. Esto es así. Conozco gente
que lo prende, y espera a que “caliente” el motor. No es cierto que los autos
modernos no se calientan? Que tienen injection, y no se que otras cosas mas?
Que obviamente ya no tienen “cebador”? Que antigüedad! Yo solo empiezo a andar,
al tiempo que me persigno y encomiendo mi alma a Dios y María Santísima. Y pongo
la radio. Básico.
Me dirijo
hacia la autopista, lo más raudamente que la velocidad máxima de la avenida, me
lo permita. No sin antes pasar, por varios lugares non sanctos, en los que el
hecho de desviarte una sola cuadra, a derecha o izquierda, es entrar al
triangulo de las bermudas, y si es que tenés la suerte de lograr salir, seguramente
no sea en bermudas, sino en bolas (perdón por mi francés).
Ya adentrándome,
en la fluida
Autopista del Sol, y
nunca mal ponderada, Panamericana, empieza la verdadera lucha. La lucha
desenfrenada de infinidad de hombres y mujeres al volante que sufren de
fangionitis aguda y que creen que la tienen mas grande que yo. Y la tienen. Y de repente, me
encuentro haciendo señas indecentes con mi dedo del medio, a camioneros, bondis
y todo tipo de vehículos circulantes.
Básicamente
la Panamericana es una lotería. Un accidente aquí, otro mas allá y los curiosos
que nunca se pierden… Y es fija, fija! que no me entero del lío, antes de llegar
a la bajada.
Se
preguntarán porqué, si tengo la
radio. Pues que la pongo! pero hete aquí, que en general, no
engancho nunca, pero nunca, el informe del tránsito. Y cuando lo escucho y
decido tomar otro camino, lo mas probable es que la información esté vieja y me
tome mas tiempo, ir por el “atajo” que por el lugar de los hechos. En fin.
Leyes de Murphy.
Mas nunca
falta el día, en que el cuello de botella se arma, llegando a la General Paz, en tanto que
tampoco falta, el vivillo argentino, que luego de hacer varios kilómetros por
la banquina, quiere meterse entre mi auto y el que va a adelante, aunque no
haya mas lugar, que para un alfiler…
De eso se
trata. Del atropello general que no perdona sexo, edad o los conocimientos de
cada uno en la materia.
Hace poco,
una mañana de “esas”, en las que estaba mas apurada que nunca, voy a buscar las
llaves del auto y oh sorpresa, no estaban por ningún lado. En un rapto de inteligencia artificial (llamé
a mi marido), opté por usar el duplicado. Demás está decir, que previamente
revisé la basura, toda la casa y mucho mas. La llave original es la que tiene la alarma. La otra solo
prende y apaga, como Lapegüe. En fin, ya al filo del tiempo, salí nomas,
atribulada, pensando en el chino de conseguir una llave nueva.
Cuando iba
por la querida
Panamericana, por el carril del medio, veo que de otro auto
me hacen señas, el amable señor, me avisaba que mi llave, estaba, COLGANDO DEL
BAUL. A ver… que parte no entendí? Del baúl. No lo podía creer. Obvio que seguí
andando y rezando, hasta que pude parar en la estación de servicio y verificar
que efectivamente, ahí estaba. Cosas que pasan, en las mejores familias…
Pero la
Panamericana nunca deja de depararme, sorpresas. Y así fue, que manejaba muy contenta,
porque el tránsito era más que digno, vi venir de pronto, en dirección a mi
auto una especie de cosa rebotando. A una buena velocidad, de por lo menos cien,
un pedazo de hierro que saltó vaya a saber de donde, fue a darme en la bomba de
nafta, con tal mala suerte, que cortó al medio el tubo que conecta el tanque
con el motor… no se cómo, mareada por el olor a nafta, seguí hasta el final de
la autopista, y ya en Donado, me hice de la dirección de un mecánico. Cuando
paré el auto en la puerta de mi salvador, una catarata de nafta me vació el
tanque. (la bomba y yo, no nos llevamos bien, definitivamente). No fue la única
vez que perdí todo el combustible. La otra vez no llegue a ninguna parte. Me
quedé en medio de la ruta ocho, casi a oscuras, hasta que mi hermano y el ACA
vinieron a rescatarme.
Otra “Pana”
sorpresa? Una goma, rauda y gigante a mi parecer, se cruzó desde los carriles
contrarios… en dirección a mi parabrisas… Solo atiné a volantear. Dios estaba
ahí conmigo, ya que por suerte, no venía nadie por mi derecha, porque sino no
estaba escribiendo esto. Muchas veces los buenos reflejos, pueden ser los peores
enemigos!
Nunca
agarraron un cordón roto y este les “comió” parte de una goma nueva delantera?
Pues a mi me pasó, San Telmo querido! Y alguna vez dejaron de ver un gran
bache, que les dobló la llanta, hasta que se les desinfló la goma? O, por una
casualidad del destino, no se les clavó en la misma cubierta un pedazo de
plástico dejando un boquete? Ahhhh! solo a mi auto y a mi, nos pasan esas
cosas.
Dos choques,
no me explayaré. Solo un resumen: Nunca tuve la culpa, esto es cierto. Pero me
pegaron de atrás dos veces, en la autopista, las dos veces fueron paisanos del
interior, las dos veces con unas camionetas gigantes con defensas. Las dos
veces me sellaron el baúl. Pero al menos las dos veces, tenían el seguro al
día.
Soy una come
cordones. Soy una come baches. Pero soy buena estacionando. Manejo a lo
tachero, haciendo un millón de cambios. Mi viejo me enseño a manejar a los 12
años. No tengo multas. Respeto las velocidades máximas, no paso en rojo.
Soy de Marte o soy de Venus?