jueves, 6 de septiembre de 2012

Las palomas de la plaza. Una de protesta


No se como empezar. Se agolpan las palabras en mi mente, en un duelo encontrado entre la razón, lo que me dicta el corazón y la falta de una verdad cierta, creíble y confiable.  Siento en primer lugar, que lo que nos está pasando, me pone muy triste, muy apenada. Es que veo que nuestro destino, como pueblo, como ciudadanos y como personas individuales con derechos, quiero decir, todos los que vivimos y queremos a este país, estamos a merced del ego de unos pocos.

No suelo escribir aquí cosas relacionadas con política, no me interesa opacar mi espacio, ni perder el tiempo escribiendo sobre eso; pero cuando lo que está en juego es la verdad, la justicia, la libertad individual, los derechos y el futuro nuestro y de nuestros hijos, no puedo quedarme callada.

He pensado mil veces como puedo ser objetiva, desde la subjetividad. Como puedo expresar lo que siento, como puedo dar una opinión, sin quedar de uno u otro lado; o sin ser etiquetada de alguna u otra forma.

Hace tiempo que quería poner en blanco y negro estos pensamientos. Dejarlos para quien quiera leerlos o compartirlos; o quemarlos; pero dejarlos. Y sinceramente es muy difícil. Estuve pensando mucho respecto de lo que estamos viviendo. Y de lo que no hacemos. Y de lo que dejamos que nos hagan. Estuve reflexionando tanto, que me duele el alma.

Me acordé de pronto, de la Plaza de Mayo. Ese lugar emblemático para nuestro pueblo. En miles de sentidos. En miles de momentos. Ese lugar que ha sido y es parte de nuestra historia, buena o mala. Pero nuestra.

Y solo pude pensar en las palomas. La plaza está llena de ellas. Y no estoy delirando, ni fumé nada.

Las palomas de la plaza, son consideradas una plaga en muchas ciudades del mundo. Muchas culturas antiguas las veneraban. Y metafóricamente, son el símbolo de la paz, pero la verdad es que no tienen paz. Ensucian todo. Invaden todo, corroen monumentos, estructuras, calles, espacios públicos. Transmiten enfermedades, algunas muy graves.

Se establecen y no se van. No tienen miedo. A donde ellas están, no se acercan otros pájaros. Ellas los espantan. Son ávidas. Ávidas de todo. Se reproducen con extrema rapidez.

Su graznido no es agradable al oído. No respetan a nadie, ni a nada. No les importa donde pisan o a quien, o a que. Se abren paso a picotazos.
La ley las protege. No se las puede tocar.

Son egoístas. Grises. Escandalosas. No tienen predadores.
Sin embargo la gente les da de comer, inocentemente.

Los políticos me hacen acordar a las palomas de la plaza. Solo piensan en ellos. Están llenos de un ego tan grande, que ocupa el espacio que debería ocupar el corazón, el alma y la mente dispuesta a brindarse por entero.  A cumplir con lo que prometieron, sin mentiras ni cepos. Respetando el derecho a no estar de acuerdo. Respetando las libertades adquiridas. Respetando el derecho a conocer la verdad, por mas cruda que esta sea.

Creo fervientemente, que no se respetan ni a si mismos; y mucho menos a quienes los votan, que son quienes en definitiva, les dan de comer de su mano, como a las palomas.