No suelo escribir
aquí cosas relacionadas con política, no me interesa opacar mi espacio, ni perder
el tiempo escribiendo sobre eso; pero cuando lo que está en juego es la verdad,
la justicia, la libertad individual, los derechos y el futuro nuestro y de
nuestros hijos, no puedo quedarme callada.
He pensado mil
veces como puedo ser objetiva, desde la subjetividad. Como puedo expresar lo
que siento, como puedo dar una opinión, sin quedar de uno u otro lado; o sin ser
etiquetada de alguna u otra forma.
Hace tiempo que
quería poner en blanco y negro estos pensamientos. Dejarlos para quien quiera
leerlos o compartirlos; o quemarlos; pero dejarlos. Y sinceramente es muy
difícil. Estuve pensando mucho respecto de lo que estamos viviendo. Y de lo que
no hacemos. Y de lo que dejamos que nos hagan. Estuve reflexionando tanto, que
me duele el alma.
Me acordé de
pronto, de la Plaza de Mayo. Ese lugar emblemático para nuestro pueblo. En
miles de sentidos. En miles de momentos. Ese lugar que ha sido y es parte de nuestra
historia, buena o mala. Pero nuestra.
Y solo pude pensar
en las palomas. La plaza está llena de ellas. Y no estoy delirando, ni fumé
nada.
Las palomas de la
plaza, son consideradas una plaga en muchas ciudades del mundo. Muchas culturas
antiguas las veneraban. Y metafóricamente, son el símbolo de la paz, pero la
verdad es que no tienen paz. Ensucian todo. Invaden todo, corroen monumentos, estructuras,
calles, espacios públicos. Transmiten enfermedades, algunas muy graves.
Se establecen y no
se van. No tienen miedo. A donde ellas están, no se acercan otros pájaros. Ellas
los espantan. Son ávidas. Ávidas de todo. Se reproducen con extrema rapidez.
Su graznido no es
agradable al oído. No respetan a nadie, ni a nada. No les importa donde pisan o
a quien, o a que. Se abren paso a picotazos.
La ley las
protege. No se las puede tocar.
Son egoístas.
Grises. Escandalosas. No tienen predadores.
Sin embargo la
gente les da de comer, inocentemente.
Los políticos me
hacen acordar a las palomas de la plaza. Solo piensan en ellos. Están llenos de
un ego tan grande, que ocupa el espacio que debería ocupar el corazón, el alma
y la mente dispuesta a brindarse por entero. A cumplir con lo que prometieron, sin mentiras
ni cepos. Respetando el derecho a no estar de acuerdo. Respetando las
libertades adquiridas. Respetando el derecho a conocer la verdad, por mas cruda
que esta sea.
Creo fervientemente,
que no se respetan ni a si mismos; y mucho menos a quienes los votan, que son
quienes en definitiva, les dan de comer de su mano, como a las palomas.