A veces la vida nos sorprende, detrás de cualquier puerta.
Como esa que un día, abrimos sin pensar.
Y nos preguntamos qué habrá, al trasponer el umbral.
En ese
instante, soñado, infinito, impensado, es donde encontramos al ser que no buscamos.
Casi como en un cuento especial, que nos llena el alma.
Y entonces salimos a hacer camino, pero de a dos.
Compartiendo. Nos
mostramos y reímos.
y de pronto cae el velo que tapaba nuestras caras.
Y dejamos que el otro se acerque y su alma nos toque el alma.
Y nos sentimos felices, sin preguntar porqué.
Y libres, sin fabricar
verdades.
Solo así, como somos.
No sé si esto es amar o enamorarse; o sentir.
Pero empecé a creer, que vale la pena abrir puertas.
Ya que seguramente detrás de alguna de ellas, nos espera un destino especial.
Un lugar, un corazón, un alma
gemela; o simplemente un camino para empezar a andar.
(mayo de 1991.)