miércoles, 12 de octubre de 2011

Lluvia, realidad y ficción.

La lluvia moja todo, sin prisa ni pausa. Destartalados autos se escurren estacionados en la calle de adoquines. Arboles brotando, descompuestos por tanta agua cayendo. Pájaros ausentes de nidos totalmente inundados. Luego de un rato de cavilar en la puerta, a sabiendas que no tengo paraguas, decidí adentrarme en la tarde lluviosa y emprender la marcha aun a riesgo de empaparme.
No importa. El saludo de la cartonera que está todos los días a un par de casas me alegra. Las mesas y sombrillas del bar de la cuadra estan guardadas en alguna parte, esperando volver un día de estos, cuando salga el sol. Asi de triste se ve el barrio. Decidí no correr, por ningún concepto. Qué mejor que aprovechar la caminata para estar literalmente conmigo misma. Mientras capeo el temporal no hago otra cosa que pensar.
Hace muchos meses que no escribo una palabra. Que mi pluma virtual quedó seca en el teclado silencioso. Que la pantalla no me muestra una frase. Que mi blog está enmudecido de historias, de recuerdos y de visitantes. Y es que la realidad superó la ficción. Y cuando uno esta metido en ella, vive. No puede contar vivencias.
Y la realidad se puso careta de enferma, y fue mi padre a quien eligió para su carnaval. Han sido tiempos duros, de llantos fáciles y rezos profusos. Han sido momentos tan tristes como este día gris. Días en que el alma se hace jirones y días en los que no sabemos hacia donde correr. Pero debo decir que la fe, la acción, el convencimiento de la sanación, hizo que en mi corazón hubiera cabida para la esperanza. Una muy grande. Esta mañana estuve con papa. Pase de sorpresa a desayunar con el. Ayer le dieron su cuarta sesión de quimio. Estaba tan contento, se sentía tan bien,  se lo veía feliz! Su sonrisa y su ánimo florecieron en mi al instante. Me dije, es hora. Hora de retomar la ficción, los cuentos, los relatos. Y como prólogo, esta es mi primera entrada de la nueva era.