viernes, 13 de agosto de 2010

Del servicio doméstico y esas yerbas.

Increíble!  Como se acostumbra uno a cambiar luego de 17 años?  Y si, fui  una afortunada durante 17 larguísimos años. Durante ese adorable tiempo, estuvo a mi lado la leal Corina. Crió a mis dos hijos, me acompaño en mis pesares y en mis alegrías. Fue mi empleada, mi amiga, mi madre postiza! En fin. Pero como toda etapa de vacas gordas domésticas,  un día sorpresivamente,  concluye y llega el final anunciado… y Corina, mi mano derecha, mi “Sancho Panza”,  decidió que era tiempo de ir a cuidar a sus nietos. Ah! Corina, chilena de nacimiento, argentina de corazón, una gran persona. Malcriadora si las hay, de chicos y grandes. Conocedora de toda maña de ocupantes y vericuetos de la casa. Crecimos juntas, maduramos juntas, criamos a nuestros hijos, perdimos a nuestras madres, festejamos cumpleaños de 15 y cumpleaños de todos los colores. Pero como esa vieja canción del mal llamado “rock argentino” que decía, "...todo concluye al fin… nadie puede escapar…"
Y para mi empezó la debacle doméstica. Entrevistas, entrevistas, entrevistas. Un desfile de personajes de todo tipo, color, raza y nacionalidad. Con y sin dientes, rubias y morochas, parlantes y no tanto. Desesperada un día, pensando que esto no tendría solución alguna, de pronto, apareció Patricia. Bautizada por el niño de la casa y para la interna familiar con el sobrenombre de “Patota”, una mezcla de Pato por patricia y grandota, por lo enorme de su tamaño. Y de verdad que fuerza no le faltaba. Eso denlo por seguro. Y era muy comedida. Inauguró su estadía oficial en casa arrancando de cuajo la tapa de hierro de la parrilla y partiendo dos ladrillos… porque como dice el dicho popular, más vale maña que fuerza, dicho que evidentemente no conoció en ningún momento…
Rompedora de cosas si las hay. Una palabra vieja para describirla, tozuda.  Originaria de Bolivia. Muy buenas verduras, wok y un arroz increíble. Sus especialidades.  Olvidémonos por un momento de saborear unas ricas milanesas. No. Definitivamente las milanesas y Patota, no se llevaban. 
Y pasaron los meses. Y nos fuimos acostumbrando finalmente a dejar la nostalgia de Corina a un lado y a qué bueno,  debíamos olvidar que todo tiempo pasado fue mejor, etcétera…
Y entonces un martes cualquiera cuando pensábamos que todo había mejorado, que todos estábamos más cómodos y felices… nos mira con cara de nada y espeta un “tengo que hablar con ustedes”, “me voy”.  No tenía yo a mano espejo, pero supongo que si alguien hubiera descripto mi cara en ese preciso instante, hubiese dicho: mandíbula caída, casi llegando a las rodillas, ojos redondos como dos de oro y el alma al piso!  Ah! Agregó, “me voy en 10 días”.
Esa desazón, ese grito ahogado de Oh no! Que quedó en mi garganta atragantado esa noche. En fin. Les dije que era TOZUDA. Léase cabeza dura. Decisión tomada. No era por plata, no era por nada más que cambiar. No hubo Cristo que la convenciera.
Y empezó para mi (porque aunque estamos en el mundo moderno, todavía el conseguir el personal doméstico es un “issue” del que solamente nos ocupamos  básicamente la mujeres), empezó decía,  otro calvario de  entrevistas. Esta vez, muchas  menos, poca oferta sin embargo, mucha demanda por lo visto y el dólar caro que no ayuda, no aparecía nadie!
Entonces vino directamente de Paraguay (y fue literalmente directo, bajó en retiro y vino), Marina. No hablaba. No sonreía. No nada. Solo bastó esa mañana y parte de la tarde para saber que no era “the one”.
Cuando llegué a casa del trabajo, no había rincón de la casa, donde no hubiese humo. Humo de carne y aceite quemados mal. La tele prendida y Marina muy tranquila, cruzada de brazos y con la mirada puesta en la novela del nueve. Al grito de “se quema!”Me acerqué al ya oscurecido horno, al tiempo que me dice: “no se quemó, ya lo apagué”. El problema es que como aún no han inventado hornos inteligentes, aunque lo hubiera apagado, el calor seguía y el contenido continuaba carbonizándose.
No vale la pena contar lo que siguió. Una suelta de productos para horno, cocina, baño y lo que encontré a mano para arreglar el desastre. Definitivamente no era la indicada. Esa noche la pasó en casa, pero bien temprano, a la mañana siguiente partió. Con gran alivio de mi parte, tanto que me dije a mi misma: más vale sola, que mal acompañada!

No quiero aburrirlos. Hace un par de días, llegó a casa alguien nuevo: Le dicen CHINA.
Nombre: cool. País: Dominicana. Habla: chévere. Personalidad: simpática.
Limpieza, planchado y cocina: DIOS DAME PACIENCIA!

3 comentarios:

  1. muuuuuuuuuuy bueno!

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  2. Muy descriptivo, Chanou. ¡Genial! Es un problema que hoy todas las mujeres profesionales y amas de casa lo padecemos pero nadie se anima a contar. Sabés que tengo un blog sobre empleadas y me gustaría colgar este post. ¿Puedo? Beso, Beth.

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  3. Maria, entiendo lo que estas viviendo con este asunto. despues de 17 años es como una descarga eléctrica de alto voltaje. Yo ya generé anticuerpos!Paula O.

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