sábado, 7 de agosto de 2010

Solo un cuento para niños, los que tienen esa edad y los que lo somos en el corazón

LA MISTERIOSA LUNA BLANCA

Yo era chiquita, tanto que todo me parecía inmenso, ENORME! (hasta mi abuela Tita que solo medía un metro y medio). Apenas estaba descubriendo el mundo; ese mundo que entonces era para mi en el campo, cerca de las sierras grises, pero amables y queridas.

Y en ese marco de hermosa naturaleza, fresca y llena de vida, solía acompañar a mi madre a dar paseos por el monte hasta el arroyo que corría al pie de la sierra. Era mi aventura mayor… el lugar encantado donde los sonidos del arroyo corriendo sin parar, se mezclaban con el piar de mil pájaros y mi risa y la voz alegre de mi madre.

¡Como olvidarme de las historias que me contaba mientras mirábamos al cielo y a las nubes sentadas en la orilla!

Un día de luna llena, le pedí a mamá que me llevara hasta el arroyo.

Quería ver como la luna se reflejaba en el agua correntosa. Y no tenía miedo porque la luna iluminaba tanto pero tanto, que parecía de día y el cielo estaba tachonado de miles de estrellas.

Fuimos por el senderito del monte, caminando hasta el pié de la sierra, y allí en el cielo estaba como siguiéndonos, la luna blanca y misteriosa, enorme…Parecía que me hacía guiños, yo estaba feliz. Cuando llegamos al arroyo, me asome a buscar el reflejo de la luna en el agua. Pero para mi sorpresa, no había reflejo. La luna se había ido. Mamá vió como me entristecía; me acurrucó en sus brazos y acunándome, me contó una de sus historias, era sobre la luna.

“Cuando la luna nació, no era tan grande, ni tan blanca. Era muy pequeñita y no tenía mamá ni papá. Pero era tan grande su deseo de ser buena y servir a todo el que la necesitase, que Dios, que escucha los pensamientos de todas sus creaciones, incluso los de la luna, decidió hacer realidad su deseo: dejaría que la luna cumpliera un cometido en el Universo. Y la eligió para ser la guardiana de la noche. Y la volvió blanca y brillante. Desde ese entonces, hace miles y muchísimos años, todas las noches, la luna sale para que todos los hombres en la tierra tengan luz aunque no la tengan y a todos los cuida en nombre de Dios. Y es verdad que hay algunos días en que no aparece, y es porque va a cuidar a los hombres que viven del otro lado del mundo, y por eso no la vemos”.

Cuando mamá terminó de contarme esta historia, la luna brillaba en el arroyo. Y me pareció que me miraba. Y me sentí contenta porque sabía que a través de ella Dios me estaba mirando y cuidando.

Volvimos a casa y me fui a dormir pensando que un día, me gustaría hacer algo bueno como la luna. Solo era cuestión de desearlo mucho, y Dios me lo concedería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario