sábado, 26 de marzo de 2011

Mi segundo marido, antes mi primer marido. De príncipe azul, ni hablar.

Suena ridículo. Ya sé. Pero así es la vida. Una serie de hechos concatenados que luchan por aparecer en nuestra mente a cada momento, para que reflexionemos y nos preguntemos de tanto en tanto, que hice yo para merecer esto?
Cuando uno es chico, sueña con algún príncipe azul. O verde, o de cualquier color. Pero príncipe al fin. Y se lo imagina de diversos modos. Pero nunca, como realmente va a ser.
Ya en los veinte y pico, después de probar suerte con personajes varios y ninguno siquiera con un dejo de aquella imagen formada tanto tiempo atrás, aparece alguien. A quien ni siquiera se te ocurre ver como un “candidato”. Nada más lejos. Y en un abrir y cerrar de mailes (mentira enorme, no había en ese momento)… te encontrás saliendo con ese “muchacho” que como diría mi viejo, “te arrastra el ala”…
Lo que empezó como una tranquila amistad laboral, se  termina transformando  en un apasionado “affaire” de oficina. Y todos los compañeros de trabajo, tratando de “hacernos gancho”, inclusive mi jefa.
Por suerte a poco de empezar a salir, se fue a trabajar a otra parte. Gracias Dios!
No está en mi ánimo contar ningún detalle. El punto no era este.  Nos casamos.
Nadie conoce realmente a alguien hasta que vive con esa persona. Esta es la cruda realidad.
Me voy a saltear algunos unos pasos y algunos años, ya que nuestro primer departamento era alquilado y hasta ahí, nuestras disputas estaban basadas en la estadística de visitas familiares. Que cada uno saque su propia conclusión. Tu madre, la mía, mi suegra, la tuya. Etcétera. En fin.
Pero cuando por fin nos mudamos a nuestra primera “casa propia”. Oh Señor! En ese momento, lo conocí realmente.
De movida no me cruzó el umbral a “upa”. Pero eso es un detalle nada más.
Lo que conocí a diario era su faceta “obse”, que digo “obse”, “carne de diván”, el era la mejor muestra de un TOC con patas. (TOC: trastorno obsesivo compulsivo).
En ese momento empezaron los problemas. Solo citare alguna que otra cosa, porque este tema da para escribir un blog completo por varios años.
Teníamos un jardín muy chiquito. Y frases como “regaste mal”, empezaron a hacer historia. En qué mundo alguien puede afirmar si un jardín está mal o bien regado? De haber sabido hubiese tomado un curso para aprender…!
También estaba el tema de la decoración. Tratar de colgar un cuadro, era un drama! “Se arruina la pared”. “Estas llenando mucho el living de cosas!”, “No me digas que viene con los chicos, van a arruinar todo”!!!
Creo que había un solo cuadro por todo concepto.  Y nunca conocí a nadie tan amante del poximix. Marca, golpecito, raya, hueco, etc. Todo era rellenado sistemáticamente por él. Un día miré el pasillo que iba a los cuartos y la pared parecía “a lunares”.
Demás está decir, que cada cosa tenía que estar en “su” lugar. Y no fuera que alguien, o sea yo, la cambiase a otro lado! aunque ese otro lado fuera más lógico para ponerla. Es como el orden del desorden. Las zapatillas siempre en el baño. Porque no en el lavadero? En el baño se ventilan mejor, no?  No se gasten, no hay explicación para las cosas.  Solo son porque si.
Pero no todo es negativo cuando vivís con alguien así. Quien sino él,  guardaría TODAS las garantías de cuanto artefacto, electrodoméstico y que se yo cuantas cosas más pudiésemos comprar? Y si, prolijamente en carpetas, con carátula y todo?
Otro tema candente, fue el auto nuevo. Todo iba más o menos bien, hasta que decidimos ir de vacaciones,  a la playa. Oh! La arena, que cosa  tan detestable es la arena para un TOC hecho y derecho.
Subir al auto para irnos, era cosa de más o menos media hora o más. Había que sacudirse hasta el último grano. Sacudir sillas, toallas, zapatillas, ojotas y canastos. Si no, no podías subir. Literal.
Unos cuantos años más tarde nos separamos. No fue por esto, es obvio. Los porqués, no son parte de este relato. Pero si quiero contarles que,  luego de un año y medio de estar cada uno por su lado, nos empezamos a extrañar.  Y volvimos. Y “noviamos” un tiempo, que fue bastante corto por cierto. Y luego decidimos casarnos. Por segunda vez… POR SEGUNDA VEZ!
Cada vez que me quejo de mi marido,  mi hija mayor me mira, me hace gesto de que cierre la boca y hace un dos con la mano. Sobran palabras. Hoy, puedo decir orgullosa sin embargo, que tropecé dos veces, con la misma PIEDRA.

6 comentarios:

  1. que facil es manchar la imagen impoluta que uno trato de construir durante tantos años.

    Fabian Alberto Piedra TOC Albinati

    ResponderEliminar
  2. QUE LINDO RELATO MARIA, TE PASO A VOS DE VERDAD? BUENO ME ALEGRO DE ESA PIEDRA QUE SEGURAMENTE DEBE TENER UNA ESMERALDA ESCONDIDA O UN DIAMANTE, PORQUE ASI ES EL AMOR; SE VA PULIENDO DE A POQUITO, HASTA QUE ENCONTRAMOS SU VERDADERA ESENCIA Y ESE CORAZON SIEMPRE VA A BRILLAR PARA USTEDES. FELIZ MARIDO BIS.

    ResponderEliminar