Hace un tiempo que extrañamos tus pasos y tus carcajadas.
El silencio inundó tu espacio y parece que los días y las horas quedaron
como suspendidos; colgando de algún minutero descompuesto.
Y ese vacío se llenó de preguntas; de corazones estrujados y lágrimas
contenidas.
Y tal como la luz entra, esquivando cortinas y
dibujando formas sobre tu escritorio, así esperamos que entres, cualquiera de
estos días.
Tal vez son las ganas de verte.
La esperanza enorme
que no nos deja soltar; esa que se aferra con toda su fuerza y no permite
que la tristeza nos juegue una mala pasada.
Y tal vez porque tampoco
queremos soltar.
Por eso hemos dejado tu puerta abierta, sin llaves ni
cerrojos.
Por si te da por llegar, cuando no estemos.
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