La mirada
recorre suavemente tu plaza y se detiene; intactos los sentidos.
El sol,
arquitecto impensado, dibuja con tus sombras, cien almas y mil nidos.
Y es tu
bullicio, murmullo en los rincones; cuchichear de palomas, de gentes y
vitrolas.
Laberinto
estrecho de ilusiones antiguas. Fantasmagóricos sueños sin fronteras; que cada
domingo pueblan los puestos que rebosan de recuerdos olvidados.
Son partes de
una historia de esparcidas páginas y solitarias hojas arrancadas a algún viejo
almanaque.
¡Qué extraño
encantamiento tienes! ¡Que mezcla tan ilógica y tan mágica a la vez!
De juventud te
llenas y de vida, a pesar que en tu esencia eres antigua.
En tus
esquinas palpitan las notas de algún tango triste y vigente. Y tus baldosas y
adoquines guardan el secreto de quienes los pisaron.
No dejes que
te hagan temblar, San Telmo mía, extrañas manos que no saben lo que guardas.
Porque una parte de mi se iría contigo y tus recuerdos, dejando en mi alma un vacío insoslayable.
En algún mes
de 1990
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