jueves, 29 de septiembre de 2016

29 de septiembre


Decepción. Aunque no sé, si es exactamente la palabra. Evidentemente soy muy idealista. Y en general veo el vaso medio lleno. Y constantemente espero que algunas personas hagan cosas de una manera que no hacen, ni piensan hacer. No sé si esto está bien. Digo, esperar. No sé si en realidad, es porque apuesto a diario, a que la gente es mejor de lo que es. Y entonces me decepciono. Mucho. 

Y seguramente no es personal. Pero ese es el problema. Somos personas. Entonces es personal. Si alguien le hace algo malo a una persona, es como si me lo hiciera a mí. No importa si a mí me trata como reina. Y viceversa.
Cuando uno es de un modo, debe serlo por igual con todos y en todas partes. No podes ser genial en un lado y un desastre en otro. No existe esa dicotomía. En alguno de esos lugares, no estas siendo vos. La estas careteando. Eso me saca. Estoy por la gente que es auténtica, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.

Es la falta de compromiso. De defender lo justo, lo que corresponde; agotando todas las instancias que se tenga para lograrlo. No hablo de lo que no está al alcance. Hablo de lo que muchas personas pueden hacer y no hacen; por distintas razones: abulia, vagancia, falta de compromiso, no jugarse por el otro, o la comodidad de no querer hacerlo simplemente, porque es incómodo. Ese lugar de apatía en el que se plantan muchas personas. Que no se juegan porque no quieren enfrentar conflictos. Ese lugar de confort egoísta. Esto también me saca.

El conflicto va a existir siempre. Porque en nuestra efímera humanidad somos todos distintos y gracias a Dios lo somos. Y no es mala palabra. Y no es irremontable. Es un conflicto que en definitiva hace que nos demos cuenta que estamos vivos y no somos una ameba flotando en un mar de mentirosa calma chicha.

Es todo por hoy. Que no es poco.

5 comentarios: