martes, 19 de junio de 2018

Pañuelo Celeste.


Se calzó el gorro de lana. 
Y su mochila con el pañuelo celeste atado, a la vista.

Caminó un par de cuadras para tomar el subte hasta el congreso. 
Y se fue a la marcha.

Pasó toda la noche en vela, esperando. 
Se encontró con amigas, de sus mismas creencias. 
Mientras corría la noche, cantaban tomadas de las manos, con la esperanza que los diputados, dieran un voto no positivo a esa ley nefasta.

Cuando despuntó el alba; y un rato mas, temblando por el frío y la falta de sueño, se enteraron de la media sanción.

Desencanto, perdida, tristeza. 
Regresó a su casa, con el corazón amargado y su pañuelo celeste.

Semanas mas tarde, noto que estaba con un retraso. 
Es que con tanto trajín, no se había dado cuenta que habían pasado varias semanas ya. 
Su pequeño mundo, se puso de cabeza. 
Como si le hablaran, sintió de repente los gritos y las escenas vividas aquella noche en el congreso.

Desesperada. 
Si bien se había cuidado, evidentemente no lo suficiente. Evidentemente algo fallo. 

No podía contar con su familia, super religiosa, super conservadora. 
Con sus amigas tampoco. 
No tenía pareja estable, por lo tanto, ¡nadie a quien recurrir!

Busco en Internet. Ahí encontró una dirección. Un dato. Llamó. 
Juntó todo lo que tenía ahorrado. No era mucho. 

Salió de casa con su mochila y su pañuelo celeste. 
Y una tristeza enorme como una garra atrapándole el corazón y el alma. 

Y como un fantasma, desapareció en esa mañana de sol.

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