martes, 19 de enero de 2021

Vida.

El sol y la brisa rozan mi cara con su caricia tibia. 

Y me abrazo a la mañana mágica, que me regala este día, como tantos otros. 

Un cielo se descubre celeste por entre unas nubes raramente oscuras, 
que suponían llegar ayer. 
Pero se están colando esta mañana. 
Aún no son amenazadoras; pero quizás más tarde les de por llorar. 
Espero que no. 

Se conjuga el verde del pasto, con su fantástico olor y su frescura. 
Y todo toma un color de felicidad plena. 
De a poco voy despertando de mi letargo nocturno.
Y las ideas y palabras, van fluyendo por mi pluma hasta el papel. 

Siento un colibrí que aletea en el jazmín. 
Siempre que veo uno, me recuerda a las personas que ya no están. 
Esos recuerdos, no son de nostalgia; 
son recuerdos gratos de momentos felices.
Todo eso que atesoro en mi alma y que a veces añoro.
Pero que son y fueron eso.

El tiempo no se puede ni debe detener.
Ese reloj de arena que es la vida, va fluyendo 
y moviéndose mientras nosotros caminamos por ella.
Andamos. Vivimos. Nos dejamos llevar.  

En cada granito que cae,
al mismo tiempo pasan los días, pasa la vida.
Como una estela, vamos dejando las huellas de nuestros pasos; 
plasmados en fotos, objetos, artes.

Hay quienes dejan recetas de manjares increíbles. Y poemas.
Otros van regalando amor. O cosechan amigos. 
Otros dejamos variedad de intentos artísticos.
Todo es cuestión de poner esos talentos en donde quepan.
Los dones de los cuales debemos estar agradecidos; 
o al menos yo lo estoy. 
Y en ese fluir; amamos locamente. 
Navegamos momentos de mucha adrenalina; 
otros de calma chicha. 

Todo eso: es una vida cualquiera.
La mía, la tuya, la de todos. 
No importa la clase, el lugar.
Así es, democráticamente la vida: 
tomar lo que nos es dado y tratar de hacer con ello, 
lo mejor que podamos. 


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