Cuando se
disipan las sombras en el fondo del alma y se aclara el sentido de ser, en un
instante que parece eterno, esos recuerdos que estaban olvidados se nos
presentan tan reales, como si estuviéramos viviendolos nuevamente.
Y ese velo
que se corre, nos deja ver todo lo pasado, con tal nitidez, que no podemos creer que no
hubiese sucedido antes.
Esa
búsqueda de verdades y de hechos reales que pasaron en nuestras vidas, esa
búsqueda de causas de las cuales hoy somos resultado.
Infinitesimales
momentos desaparecidos, que vuelven e inundan de pronto nuestra mente y
corazón, como un torbellino imparable.
Y desde el
punto en donde nos encontramos parados ahora, vemos con otra perspectiva y otro
ángulo, esas cosas que tanto nos hacen felices, como nos atormentan.
Y en ese
fluir de sentimientos, pensamientos y verdades, nos descubrimos siendo lo que
somos.
Y se nos da
la oportunidad única de cambiar lo que está mal, de mejorar lo que está bien y
de empezar de nuevo.
Y de eso se
trata. Una sumatoria infinita de nuevos comienzos, en donde los viejos ocasos,
se transforman en luminosos amaneceres.
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